Tenía siete años cuando comencé a hacer los preparativos de mi viaje a Egipto. Una amiga celebró una fiesta de disfraces y yo decidí ser una momia hecha de tiras de papel higiénico.
A partir de ahí todo fueron lecturas y películas que me acercaran a las pirámides de Gizeh, la Gran Esfinge y el mundo de los faraones.
He cumplido mi sueño solo en parte. En el British Museum de Londres pude conocer a decenas de momias reales.
Quise rescatar al menos a una e irnos las dos juntas, por fin, a Egipto.
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