-Aveiro ¿Lo conoces?
-No, pero puedo buscarlo en tus ojos.
Aveiro, la ría, su laguna. Mouliceiros surcando los canales que rodean el Beira Mar, su casco antiguo. Casas azulejadas, salinas, playas y dunas.
Había tanta ilusión, tanto amor en sus ojos, que me sentí adolescente.
Su mochila amarilla, mi maleta roja y mi locura, estaban ya en Lisboa camino de Aveiro.
Ella me miraba cuando se abrazaron.
Aveiro estaba en sus ojos, sí, pero él también.
Siempre recordaré el día que conocí Lisboa.
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