Algo me decía que ese podía ser mi último día de trabajo en la empresa en la que había pasado toda mi vida laboral. Antes de entrar en el despacho del Jefe de Personal (al que ahora llamaban Human Resources Manager), me ajusté la corbata a rayas diagonales negras y azules turquesa y llamé a la puerta.

Antes de ser contratado en esta corporación vivía despreocupado por el trabajo, tenía una pensión y viajaba de forma asidua a Benidorm. Renuncié a esto para empezar a trabajar a los 61 años (lo normal era empezar a hacerlo a los 65, pero yo disfruté de una contratación anticipada). Los directivos valoraron mucho mi experiencia y me contrataron como mando superior, con mucha responsabilidad y un sueldo generoso. Trabajaba tranquilamente y tenía mucho tiempo libre, lo que me permitía conciliar mi carrera con la vida familiar y podía disfrutar de la compañía de mi mujer, mis hijos y mis nietos.

A medida que pasaban los años trabajaba más y más horas, al tiempo que mi sueldo disminuía e iba descendiendo de categoría profesional.

Casi veinte años después, aunque ya no tenía nietos, me resultaba prácticamente imposible compaginar mi trabajo con mi familia. Mis hijos apenas me veían debido al gran número de horas extra que pasaba en el trabajo.

No pasó mucho tiempo antes de que dejarán de pagarme ese gran número de horas extra que aún seguía haciendo – aunque prometían que me compensarían cuando la cosa fuera mejor.

Pasaban los años y cada vez tenía puestos de trabajo que me exigían un trabajo físico mayor y estaban peor remunerados, hasta que rebajaron mi contrato a uno de media jornada La verdad es que no noté mucho el cambio, excepto por el sueldo inferior, ya que en la práctica seguía trabajado el mismo número de horas.

Ya hace unos pocos años me pusieron a trabajar en prácticas, decían que tenía que aprender. Trabajaba mucho y me pagaban poco y el dinero iba en un sobre.

Así que después de acomodarme la corbata a rayas negras y azul turquesa, entré muy sonriente en la entrevista con el Human Resoures Manager (Al que ahora llamaban Jefe de Personal) y, aunque salí de su despacho sin trabajo, casi sin dinero en el banco y sin ningún tipo de ingreso, corrí a casa para ver a mis padres y darles la noticia. Ahora dependía de ellos para subsistir.

Pero tenía toda una vida por delante para hacer planes con su pareja.

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