Cuando era joven creía que cada trabajo era igual de bueno; al parecer, conducía al paraíso, una parada que nos aleja de la muerte. Después de un tiempo el sueldo de esos hombrecillos es necesario, piensas: «Bueno, seré un esclavo, pero tratare de permanecer en mi dirección», ya sabes, fornicar a diario con tus sueños; rodear con los dos brazos e intentar que no cesen. Una cualidad necesaria es poder soportar a la gente, y no perder el alma intentándolo, he visto hombres limitar sus habilidades por un trabajo cuadrado; los trabajos deberían ser una elección no una necesidad. Bueno, postule a una cafetería por lo mismo que todos postulan, para no ser un vagabundo. Un par de días después me llamaron:

– ¿Es usted Israel?

–Sí, ese mismo.

– ¿Aun está interesado en el empleo?

–Por supuesto.

–Bueno, acérquese mañana al mediodía, le haré una entrevista breve.

– ¿Quiere decir que ya estoy contratado?

–Le haré una entrevista.

–Mire, yo respeto su tiempo, respete el mío; el viaje allí es de una hora, no quiero perder horas de mi vida probando suerte.

–Bueno, la entrevista no es necesaria, pero es simbólica.

–Gracias, mañana estaré ahí al mediodía.

Fue una entrevista agradable, el sujeto me elogio por valorar mi tiempo, y dijo que aquello me llevaría por el buen sendero de esta odisea. Siempre he sido un torpe al obedecer, quizá es falta de valores, o que no le encuentro algún sentido; es como pagar para que me enseñen a escribir lo que siento, vaya lío. Lo dijo Hemingway: «Es tonto no tener esperanza. Es un pecado no pensar». El trabajo empezó a tener sentido para mí, sabes; a veces esa cara de marioneta es solo porque empezaron mal su día, y nadie los ayudo a desconectarse del mundo por un instante, eso hacíamos, esa conexión de humano a humano es mágica y enigmática, podías ver rostros sonrojarse, y recordaban colgar sus miedos como un lindo collar, una lagrima que no sería expuesta, usaban su propia voz, y era algo que me retorcía muy dentro; como una foca cuando regresa de cazar y ve a su bebé allí, aún queda esperanza. Perdí descontrol, y gané paciencia; al final, nuestras conductas nos forman. ¿Viste lo importante que es oír? se aprende la mayor parte de nuestro conocimiento oyendo, aprendí a dejar cada prejuicio de lado, aprendí que la envoltura es de poca importancia, y que cada ser es especial, cada uno se mueve de forma distinta, y cada uno te enseña algo nuevo. Cuando ves aquel cambio en las actitudes de las personas, y sus ojos dejando atrás el rojo abrazador, es por indiscutible la sensación más satisfactoria. Nadie debería negarse la oportunidad de nadar entre la atención al cliente y el abismo; al final, aprendes más tú, que el de ti.

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