Volvían del viaje de sus sueños. Habían planeado con cuidado los lugares que visitarían, los restaurantes donde comerían y habían reservado entradas para espectáculos que disfrutaron hasta el éxtasis.

Somnolienta, en el asiento del avión de vuelta lo iba rememorando, cuando sintió la tremenda sacudida. El descenso en picado heló su sangre. Y supo en ese instante que se le hizo eterno, que ahí no acababa su gran viaje, más bien comenzaba el que nunca habría querido hacer.

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