-Para que lo sepas, tu abuela y yo… nos movíamos mucho. ¡Casi hasta el fin del mundo! Ella lo conocía… Me hablaba de sus playas paradisíacas y de las mágicas puestas de sol. Del naranja… Del rojo mezclado con el alma transparente del agua. De lo desconcertante y conmovedor del aire… De lo fascinante del lugar y de lo que nos amaríamos entre aquellos cristales de arena…

-¿Entonces…?

-No pudimos. Todo era demasiado perfecto. Decidimos no estropearlo. Decidimos… seguir soñando.

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