Cierro los ojos e imagino una playa de arena blanca salpicada de palmeras y acariciada por la espuma del mar. Soy parte de ese paisaje que estimula mis sentidos. Escucho el sonido de las olas y el canto de los zanates. Siento la brisa del mar sobre mi piel mientras mis pupilas se inundan de sus impactantes tonos turquesas.
Vuelvo a la realidad. Las lágrimas brotan de mis ojos. Ya no estamos juntos. Ya no es más nuestro viaje, ahora es solo mío.
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