Me calman sus pequeños brazos rodeando mi cuello cuando voy a abrazarlo, sus dientecitos de leche, su tierna mirada y sus inocentes palabras.

Cada día es un reto para mí, donde intento ser padre, ser el mejor estudiante, el más eficiente trabajador, y cuando trato de borrar los recuerdos de mi alma enviudada. Como todas las mañanas me levanto temprano, doy gracias a Dios por esta nueva oportunidad, me alisto para ir al trabajo, despierto a mi hijo con un beso, hago el desayuno, visto a mi hijo para dejarlo en la guardería y batallo con este sistema.

Me coloco mi uniforme desgastado, comienzo sacudir el polvo de los escritorios, para luego trapear el suelo, nunca olvidando aromatizar todo lo que toco, pues amo la limpieza. No es difícil lo que hago para muchos pese a que tengo que soportar las miradas de todos ellos, sí, esos que te ven debajo de sus hombros o mejor dicho los que procuran no verte, y peor aún las miradas de ellas, sí, las que creen que si las saludo no es simplemente por buena educación sino porque ya las estoy cortejando. Cuando yo sólo tengo ojos para mi amada, la que habita en el vacío. Mejor me fuese limpiar los baños del mundo entero, que el menosprecio que irradian los ojos de muchos, ja ja ja creo que exageré.

En el trabajo, también hay simpáticas personas que me deleitan con conversaciones amenas, esas que desearas no acaben nunca, y por los que te das una escapadita o disimulas haciendo algo de trabajito mientras continuas en el “bla, bla, bla”.

Bueno por el puesto que tengo la verdad no sé quien rayos es mi jefe, si alguien me llama a limpiar porque algo se derramó ahí voy, si alguien pide ayuda, ahí estoy yo; pareciera súper héroe, pero el único poder que tengo está vinculado al lampazo. Aunque hay un tal don “Felix” el cual le tengo que pedir permiso cuando me ausento, vaya que es una odisea hacerlo puesto que su cara me transmite una repulsión fatal, no soy indispensable, pero ante la rogativa que hago para que me den un chancecito de faltar pareciera que, si falto, se va a detener el sol y habrá un cataclismo ja ja ja, vuelvo a exagerar.

Ah, y les comento si se llegase a perder algo, adivinen ¿quién pasará en interrogatorio? Pues yo y mis compañeros, y no a manera de consulta, sino a manera de acusación. Es bastante difícil, saber que el trabajo no es lo cruel, sino lo que le rodea, ese tipo de personas. Aunque quiero comentar que hay dos personas muy agradables para mí; Bell y Erick. Bell es Gerente de Mercadeo de la empresa donde trabajo, es una mujer jovial, energética que siempre me da la oportunidad de conversar y no porque yo tome la iniciativa, ella gentilmente me pregunta cómo estoy, cómo vá mi pequeño y comienza a decir cosas divertidas que le acontecen de las cuales siempre me rio. Erick es el Vicegerente General me lo encuentro siempre buscando café del que tomamos mis compañeros, dice que no le gusta el que hacen en el cafetín central sino el que una señora nos prepara, es bastante sencillo a pesar de que tiene muchísimo dinero.

Al terminar mi jornada laboral paso por la guardería, tomo a mi pequeño, nos vamos a casa. Preparo algo de cenar, juego con mi príncipe, le cuento una historia bonita de animalitos, se duerme. Me pongo al día con mis tareas ya que estoy cursando 4to año de la universidad, estudio leyes los días sábados. Descanso únicamente los domingos, bueno al parecer, porque me toca asear la casa.

Pasaron muchas lunas después…

Mi hijo ya es todo un hombre, es un cirujano ortopédico.

En mi escritorio contemplo la foto de mi hijo, la foto de mi amada muerta, y contemplo la foto de cuando no era nada para el mundo, pero para mí príncipe su inspiración.

Entra el joven de limpieza, se sorprende el ver mi oficina limpia.

-Don Antonio, ¿ya habían limpiado?

-Sí, paso alguien parecido a mí- le dije mientras reía.

-Mmm, si sigue así no me dejará hacer mi trabajo y por consiguiente me correrán- me dijo ya casi triste.

– Ja ja tranquilo, nadie lo sabrá.

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