La carita sonriente

La carita sonriente

Graellsia

20/03/2019

Mi mujer había decidido organizar una cena para dar la noticia. Me había encargado que invitase a mi familia: mi madre, mi hermana y mi cuñado. No me entusiasmaba la idea.

La familia de mi mujer no iba a venir. Viven en un pueblo del norte así que no les vemos a menudo. Mi suegro tiene el bar del pueblo, así que se pasan el día trabajando. Yo siempre les digo que me parece que tienen el trabajo más estúpido que puede haber. Un bar abierto todo el día para los dos del pueblo.

A mi mujer tampoco le entusiasma mi familia. Así que no entendía ese empecinamiento suyo. Pensé que finalmente se le había ido la cabeza del todo. Tanta hormona inyectada no puede ser buena.

-Cariño, tengo comida con los del trabajo- le dije a mi mujer.-Cosa de la nueva.

Estaba con el delantal puesto y unos guantes de plástico fregando con ansia el suelo y las paredes del baño.

-Solo espero que no vengas tarde.

La mirada de mi mujer me lo dijo todo. Así que salí lo más rápido y silenciosamente que pude hacia el trabajo.

Mandé un WhatsApp a Sandra: ¿Nos vemos después de la comida, en el Liverpool?

Nos conocimos en unas jornadas de trabajo. Me dijo que se acababa de separar. Yo le dije que también era separado. Cada vez que me ausento de casa por unos días se me quitan las ganas de volver. Me imagino a mi mujer con otro tío. Posiblemente alguno de su trabajo. Ella es maestra, de un cole infantil. Tiene compañeros jóvenes y guapos. Por no hablar de los padres, también jóvenes y guapos. La verdad es que no me siento celoso. Me gusta pensar en esa posibilidad

Me respondió: Lo que quieres es seguir ocultando lo nuestro. Si me quieres lo vas a tener que demostrar.

Ya estaba con la cancioncita de siempre.

Cariño, ¿estas mejor? Llegaré sobre las seis y media a casa.- escribí a mi mujer.

Que no se te olvide el vino que encargaste a tu compañero -me contestó sin emoticonos ni gilipolleces de esas.

Con Sandra siempre tengo que buscar una carita que acompañe lo que pongo. Me hace perder el tiempo y la paciencia.

El restaurante era un sitio pequeño. Tomé asiento. A mi lado la nueva y Guillermo. Parecía que la nueva quiere hacer puntos. Sandra y Azucena se sentaron juntas, eso que no se llevan del todo bien. Pero claro, así podían poner verde a Teresa, la comercial, que es vegetariana menos para comer Sushi. Una vez la invité a tomar una copa. Me dijo que no. No había vuelto a insistir. Sandra tenía a su otro lado a Carolina. Con esa se lleva bien. Es una mujer rolliza, de color rosa. Tiene tres niñas que seguro se parecen a ella.

-¿Quieres vino?- Me preguntó Marta mientras llenaba mi copa sin esperar.

En ese momento sonó mi móvil.

-Chicos, me ha surgido un asunto familiar y tengo que irme. Disfrutad de la comida por favor.

El Liverpool es un bar de madera oscura, lóbrego y perfecto para beber.

Hola Teresa, ¿habéis terminado ya la comida? Quería haber hablado contigo de un asunto. No sé si podemos quedar a comer un día para hablar más tranquilos. Me debes una copa.-Puse una carita sonriente.

Saboreé el whisky con hielo. DYC 12 años. Mi favorito. Me recuerda a cuando era joven. Miré la hora. Las cinco y cuarto. Sandra entró por la puerta.

-Sabía que no te quedarías en la comida. Te perdiste lo mejor. Marta se cayó de bruces cuando iba al baño y Azucena le dio un bofetón a Oscar porque le dijo una guarrada al oído. Bueno, ¿alguna novedad con los papeles de tu mujer? ¿Los ha firmado ya? – Sandra agarraba mi corbata y daba pequeños tirones para acercar mi cara a la de ella.

-No, aún no sé nada.

Miré el móvil. Tenía un mensaje nuevo: Mañana y pasado estaré en la delegación de Zamora. Podemos vernos el viernes. No había carita.

-No me gusta esconderme. Lo he estado pensado y creo que es mejor que lo dejemos.

-Si se enteran de que estamos juntos la presidenta va a cuestionarme tu empleo.

– Ya sé lo de tu historia con la presidenta. Si me quedo sin trabajo ya encontraré otro. Mejor esperamos a que resuelvas tus asuntos para vernos.

-Este sábado había pensado que podías acompañarme a comprar unos muebles para el piso y podíamos pasar la noche juntos.

Contesté el WhastApp: El viernes perfecto. Invito yo.

-Creo que no. No sé.

-Tengo que irme. Te llamo, ¿vale?

Salí hacia la oficina para recoger el vino. Cuando llegué mi mujer estaba en la cocina, con la campana extractora a todo volumen. Me serví una copa antes de decidirme a entrar y en ese momento llamarón a la puerta. Era mi madre, mi hermana y mi cuñado. Mi madre y mi hermana se fueron hacía los ventanales, les gusta comentar las cosas que hacen los vecinos.

No recuerdo bien de que hablaban cuando me senté. Mi madre y mi hermana tienen la capacidad de lograr que mi mente se desconecte. Mi mujer intentaba entrar en la conversación. Llevaba un mechón de pelo sujeto con esas horquillas plateadas tan horrorosas. ¿Tanto le cuesta arreglarse un poco?

– Queremos daros una noticia- dijo mi mujer levantándose de la silla.-Vamos a ser papas.

-Pero ¿es buscado? –contestó mi madre muy seria.

-Mira que bien, ya vas a tener a quién dejar la herencia -agregó mi hermana en medio del silencio.

-Pues yo si volviera atrás no tendría hijos, ni marido- siguió mi madre.

Mi mujer se sentó y se puso a comer como un niño al que acaban de castigar. Yo me serví vino y rellene las copas.

-Si no fuera por lo de mi pierna seguro que querría tener alguno. -dijo mi cuñado lentamente.

Luego miré el móvil.

Me pregunté qué hubiera dicho mi padre.

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