Sabía de memoria el lugar que cada objeto debía ocupar en la mochila para aprovechar mejor el espacio: un cuchillo, una libreta en blanco, calcetines… No necesitaba nada más.
Sería el viaje definitivo, lejos de las prisas, el miedo y la mentira. Una vuelta al origen, a lo importante, a lo real.
Sonaron unas llaves en la cerradura, sacó todas las cosas de la mochila y las devolvió a su sitio antes de que nadie pudiera verle. Mañana volverá a prepararlo todo, tal vez mañana por fin se atreva.
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