Nunca estuve en París, no obstante hablar como si la conociera, gracias a las lecturas. En mi infancia las vacaciones apenas significaban un receso en las obligaciones escolares y para mis actividades diarias no debía tomar medios de transporte. En mi pueblo podía llegar caminando a todas partes. En el último tramo de mi vida, experimento una extraña y placentera sensación mientras enderezo el asiento y ajusto el cinturón de seguridad, pensando cómo será ver la torre Eiffel con mis propios ojos.

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