Sonó el teléfono. Fui por la carta y la abrí lentamente. Todavía desprendía el olor de aquel 2011. Al leerla, las lágrimas visitaban mi rostro.
Manejé sin reparo hasta La Punta. Poco a poco fui recordando el lugar, mi corazón latía con toda su fuerza.
Subí las escaleras y toqué el 701. Ella abrió, hermosa como siempre. Un niño de escasos 8 años se asomó por el pasillo.
-¡Métete!- le ordenó.
No sentí mi cuerpo, la respiración se me cortó…
Sonó el teléfono. Desperté y la carta seguía en su lugar.
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