¡Puff! ¿ se puede tener una vida más asfixiante que la mía ? lo dudo. Siempre la misma rutina todas las madrugadas, tan monotonas como un reloj. Me levantaba con la maldita alarma, no sin antes darle unos 30 minutos mas a mi cerebro para que volviera a este miserable mundo. Mi alarma sonaba de 5 en 5 min, pensareis que tontería ¿no?, pues para mi es de una importancia vital. Si, lo habéis adivinado se me pegan las sabanas porque adoro el mundo de los sueños. En el mundo de mis sueños la vida gira a mi alrededor, es por eso que nada mas oigo la maldita alarma que me secuestra de mi mundo perfecto y me trae a este mundo gris y mundano me enfada mas que un gato panza arriba. Despertar en este mundo maldito donde solo soy una barrendera que va limpiando los desperdicios de los demás. Si…soy yo el ser mágico, ese ser que hace que la basura desaparezca como por arte de magia. ¿Magia?, no, desagradecido trabajo de los miles de barrenderos invisibles. Cada mañana despues de hacer uso de toda mi fuerza de voluntad, me levantaba y me dirigía como una zombie al baño. Al principio iba como una tortuga…lentamente…pero a mitad de camino ya andaba como un guepardo corriendo porque me meaba urgentemente. Me lavaba ritualmente la cara con la gelida agua y me dirigía sigilosamente a desayunar. La verdad no tenia hambre porque eran las 3 de la mañana, ¿quién va a tener hambre a esa hora? pero recordaba que sino le metía algo al cuerpo me iba a desmayar en el trabajo. El contenedor de la basura no era el sitio mas placentero del mundo para caer redonda. Desayunaba con la mayor de las desganas y cuando terminaba, salia ya lista pero con menos ganas que un gato ante su baño.

Me dirigí apesadumbrada a la oficina donde tenia mi material y mi uniforme. Hoy era un día de esos horribles… porque eran las fiestas del pueblo. No puede haber peor trabajo que mientras tu trabajes los demás disfruten. Llevaba 3 horas trabajando, arrastrando la gran escoba mágica por un suelo lleno de vasos de basura en proporción a lo desfasado en la fiesta. Por fin me tocaba tomarme un merecido descanso, había lidiado con demasiados «borrachos alegres» que me vacilaban por ser mujer…me fui al bar que siempre iba a desayunar y a tomarme un café. Hablaba con la dueña Maria de lo mal que iba el mundo, de como la juventud se perdía ante tanta borrachera absurda. Le comente que había visto a varias chicas meando en el portal de una tienda y se les veía todo sin ningún tipo de pudor…alucinamos ambas porque en los 90 eso era impensable. A las 6:30 empezó a venir la marabunta de chavales alcoholizados que venían del concierto de musica electrónica en el parque. Iban por la carretera como un rebaño interminable escoltados por la policía que los cuidaban como los niños que no eran. Maria y yo nos llevamos las manos a la cabeza de como los políticos alimentaban las drogas «legales» que hacían manipulables a los jóvenes. De repente repare en un joven sentado en un escalón con la cabeza gacha, parecía estar ebrio. Me acerque un poco mas para obsérvale, tenia el móvil colgando de la mano a punto de caerse, la marabunta todavía pasaba por detrás de él. En mi loca cabeza tuve un deseo irrefrenable de saber que le pasaba y me acerque.

-¿Te puedo ayudar?-un débil gruñido salio de su boca.

Le cogí el móvil y Maria me ayudo a llevarlo al baño, le acercamos a la taza del wc y entonces devolvió hasta la primera papilla. Cuando salio del baño ya parecía al menos un proyecto de persona. Entonces me fije en su cara aniñada y me acerque para devolverle el móvil.

-¿Estas solo?¿ cuantos años tienes?- las preguntas salían como metralletas de mi curiosa boca.

-Estabamos en el con…cierto y…fui al baño y…al volver mis amigos…no estaban, 18 – dijo confusamente.

Tambaleándose continuo dicciendo.

-Hemos venido…amm…al concierto en autobus vivimos en Madrid- casi no podía abrir los ojos.

-Llama algún amigo que venga a buscarte- dije ya impaciente, tenia que seguir trabajando.

Me dio el teléfono que apenas podía sostener.

-Puedes llamar…tu …por favor…se llama David, yo Juan- me suplico.

Lo cogí con desgana y me puse a la espera, despues de 10 tonos no hubo respuesta.

Maria iba a cerrar, no tuve mas remedio que ayudarle a encontrar a sus «amigos», me recordaba demasiado a mi hermano pequeño…

Por el camino seguí insistiendo en llamar a David hasta que hubo respuesta.

-¿Juan? donde te has metido, que eres un notas- se oía musica a todo volumen de fondo.

-Hola, me he encontrado a tu amigo y no puede casi hablar, tenéis que venir a buscarle.

-Que va , yo paso- dijo el tío jeta.

-Mira tu amigo esta muy borracho y yo tengo que trabajar, así que dime donde puedo llevártelo- mi enfado iba en aumento.

-Estamos en un árbol al final de la calle tomando unas birras- dijo tranquilamente.

Mientras Juan estaba como un muñeco a mi lado, me daba ganas de darle unos meneos para que espabilara.

Por el camino me estuvo contando lo grandes amigos que eran. Yo no escuchaba, solo quería entregar el paquete y seguir a mi trabajo, lamentaba haberme entrometido.

Cuando llegamos vi a un crio que apenas tenia barba mofándose de mi.

-Juan con amigos como estos quien quiere enemigos, adiós y aprende de esta-le dije mientras salia como alma que lleva el diablo antes de que matara al niñato ese irremediablemente.

Al coger de nuevo mi escoba me prometí a mi misma que jamas volvería a meterme en esos líos, llamaría a la policía que para eso estaba, y yo estaba para que las calles recuperaran su limpieza diurna…» zapatero a tus zapatos».

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