El acto melancólico de un payaso pobre

El acto melancólico de un payaso pobre

Cuánto desearía que los rayos fuertes del sol no se disiparan, cuánto deseo que en medio de mi angustia aun no probada la sonrisa ya antes figurada apareciera, ya mi maquillaje desdibuja mi sombría torpeza en medio del lecho de un camerino oscuro y solitario, humedecido por el desenfreno comercial de aparentar y entretener. Soy tan fenómeno como los otros, soy tan superficial como lo que aun pagando creen que soy feliz. Me indican que debo salir, ya es hora de ir, aparento lo que ellos quieren recibir, pero lo que recibo es lo que ellos quieren esconder, entre penas y desdichas me simulo la flaqueza de un personaje admirable, el temperamento de alguien esquemáticamente normal, no pido otra cosa que las manecillas del reloj se confabulen con mi pena, ya que los aplausos son puñaladas al bohemio sentimiento de salir corriendo, de no querer alimentar más la torpeza de mi delirio.

Su acto pronto acaba, van a casa con la satisfacción de haber recibido una dosis de mi aparente gozosa experiencia, pero tan pronto empieza el mío, voy hacia la tenue disipación de mi miseria, converso con la última copa de vino que fue testigo de lo que sufrí, enciendo el humo de un cigarro sin fundamentar nada solo espero la tranquilidad con una silenciosa brisa de consuelo. El espejo es testigo de mi abajamiento, mis pinturas son el escudo contra la indiferencia, mis vestidos son la armadura de la torpeza y una nariz doblemente enrojecida por el interminable dolor de una pena; me despojo de tales detalles entre pequeños sollozos, no cambio nada, me identifica la misma torpeza, el agobio constante de la idea de sufrir por padecer la dicha irreal de mi vida aparente, y distraer lo que pareciere la pena, llega un nuevo día y el sol me vuelve a decir que moriré con la idea que mi vida es el acto melancólico de un payaso pobre…

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