Ahora la veo y me gusta recordar.

Hace años que cada vez que te veía pasar por ella me quedaba anonadada mirándote.

Creía que no podías ser para mi. Era demasiado pedir.

Era una calle solitaria que sólo tenia movimiento en las horas puntas. Por la mañana al empezar el trabajo. A la hora de la comida. Y por la noche al volver de los menesteres diarios.

Pero cada día coincidía contigo a la hora de la comida. Nosotras íbamos hacía casa a comer, y tu regresabas a la tuya a hacer lo mismo.

Mi mirada quedaba absorta en tus ojos azules. ¡Qué bonitos!. Pero muchas veces detrás de las gafas oscuras que llevabas para protegerlos del sol.

Pasaban los años. Y cada día la misma rutina. Cada día el mismo sufrimiento.

Sólo la calle. La calle llena de casas blancas sabían como me sentía. Sabían como te miraba.

Acompañaba aquella visión la música tocada por la maravillosa orquesta de árboles a lo largo de la calle.

Y mi corazón te recordaba cada vez que en cualquier lugar se oía el sonido de las hojas movidas por el viento en otoño. La alegría acompañada por el resurgir de las hojas en primavera. El calor envolvente a todo mi cuerpo y el olor de las flores frescas en verano. El frío recorriendo mi alma bajo los árboles desnudos en invierno.

Pero no podía ser.

Me marché. Pero siempre que podía volvía a la calle de les casitas blancas. Aquellas casitas que me recordaban tus ojos, tus gafas… lo que yo sentía por ti.

Un día, cuando menos me lo esperaba, te vi. No estábamos en la calle, pero me transporté hasta ella y así saber que sólo nos encontramos tu y yo.

No me lo podía creer. Me recordaste. Me recordaste de aquellos tiempos en los que nos cruzábamos en la calle. Te habías fijado en mi.

Y ahora, los dos. Los dos sin la calle. No podía ser.

Aquella calle con casitas blancas a lado y lado. Casitas blancas habitadas ahora por ancianos. Ancianos que algún día, a lo mejor, se habían fijado en como te miraba.

Empezamos a recordar. Recordamos la calle, las horas, la compañía….

Fue así como a partir de aquel momento los recuerdos empezaron a hacerse realidad.

Ahora nos citábamos en aquella calle.

Una calle que podría contar todos nuestros encuentros, y hacernos salir los colores.

La calle que ahora es nuestro hogar. Un hogar en una casita blanca donde los que ahora habitan… habían vivido una maravillosa historia en aquella calle.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS