No la conozco. Acudió buscando una habitación y como estábamos completos en el hotel me preguntó si podía sentarse cinco minutos para descansar los pies y calentarse, hacia frío ahí fuera y parecía cansada, así que no pude negarme.

Han pasado dos turnos de noche y continúa ahí, pacientemente sentada, en el sillón de la recepción, como si dejar correr las horas fuera lo mejor que puede hacer…

Me habla muy deprisa, contándome muchas cosas inconexas, enlazando temas y ganándole segundos a los segundos, minutos a los minutos, tiempo al tiempo; yo no la escucho, simplemente la miro y le dejo hablar mientras pienso en lo surrealista y triste de la situación. Me agradece el café que le he servido sin preguntar, diciéndome que es de los mejores que ha probado últimamente.

»quizás de los pocos que hayas probado últimamente»- pienso yo …

No me siento culpable por no sentir pena, lo he visto demasiadas veces. Tiene la misma cara que todas las personas a las que un día ofrecí un café caliente en la recepción del hotel, los mismos problemas, te cuenta las mismas verdades que todos ellos, vive las mismas mentiras. Todos fueron algo antes y ahora son nada, todos tienen amigos y familiares que en realidad no tienen porque no están aquí para ayudarles; ella se llama igual que todos y le importo lo mismo que a ninguno.

»Su interesada supervivencia es honesta, es lo único que tiene ahora mismo»- la miro unos segundos … sólo unos segundos.

No le queda nada, está fuera, fuera de todo; se ha convertido en un ser asocial e improductivo de la noche a la mañana; y yo la observo, ojeando indiferente las páginas del Heraldo y me pregunto: ¿¿Cómo es posible??

En un país civilizado como el nuestro, una persona puede sin más, levantarse un día y ser un excluido social … ni siquiera tiene documento de identidad porque lo dejó como señal en el último hostal en el que pasó la noche;

-en cuanto mi hijo me mande dinero, pasaré por el hostal y les pagaré … –

La garganta se me hace un nudo y trago saliva. Me dan ganas de decirle que su hijo es un cabrón desalmado pero me muerdo la lengua. Ella no tiene culpa y seguramente la hundiría, además ya lo sabe … pero la foto de carnet de aquel bastardo es lo único que llena su monedero.

La vieja puerta de la recepción se tambalea un poco.

»Algún día el viento se va a llevar esta puta ciudad directamente al Ebro»

Hace frío ahí fuera. Vuelvo a mirarla unos segundos y descuelgo el teléfono.

En el albergue me dicen que tienen poco sitio pero que de todas formas a una mujer indocumentada no pueden alojarla; intento explicarle que aunque la mujer no lleva DNI puede facilitarle sus datos de memoria. La negativa es rotunda.

-venga tío!! Son las tres de la mañana y esta mujer se estaba helando, como vais a consentir eso??

-son las normas- me responde …

Me deja frío. Nunca leí esas normas, ni me las enseñaron de pequeño, quizás por eso tengo a una transeunte plantada en un sillón de mi curro.

«joder … si pillara al hijodeputa que escribió esas normas … »

Pienso en la policía, tal vez ellos … deben servir para algo más que para poner multas, es una situación delicada y seguro que hacen algo.

Me gusta autoengañarme, se me da bien. El autoengaño es un alivio pasajero que te deja tranquilo mientras la realidad acude despacio a golpearte …

Alicia me mira y sonríe con los labios apretados. Su sonrisa condescendiente dice gracias mientras sus ojos cansados piden ayuda. Me acuerdo de mi madre, hace dos días que le dije que llamaría … no pasa de mañana el que lo haga.

Más minutos, más frio, más viento, mucho más viento ahí fuera.

Por ahí vienen, dos tipos normales pero con uniforme y pocos recursos. Realizan su tramite eficazmente, casi como máquinas,

»tienen bien aprendido el cuento» – me digo

Ella colabora sin rechistar, como un animal acorralado al que no le quedan fuerzas para luchar más y se abandona a un destino incierto …

«Tu destino está muy claro abuela, no eres la primera ni serás la última, lo he visto más veces …»

Ya se marchan. Se disculpan como siempre, diciendo que no tienen potestad para hacer nada más porque la técnico del ayuntamiento ha denegado la entrada de la mujer al albergue. Por lo visto ya había estado cinco días seguidos y ahora no podrá volver hasta dentro de dos meses …

»No creo que dure ni uno en la calle»

Todo queda en calma de nuevo.

Mientras termino de escribir estas líneas miro solapadamente por encima del mostrador de recepción. Ahora ha cambiado de posición, el sueño le debe estar dando una paliza severa porque se ha acurrucado en posición fetal, como un niño pequeño y cabecea de manera inconstante …

»Duérmete, descansa todo el tiempo que puedas porque mientras duermas no estarás aquí»

(…) me preguntó si podía sentarse cinco minutos para descansar los pies y calentarse, hacia frío ahí fuera y parecía cansada, así que no pude negarme.

Han pasado dos turnos de noche y continúa ahí, pacientemente sentada, en el sillón de la recepción, como si dejar correr las horas fuera lo mejor que puede hacer (…)

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