Los veo a través del vidrio. Veo sus miradas perdidas. Veo sus ojos vidriosos y casi puedo sentir su tristeza. Incluso puedo sentirla más que ellos, tan internalizada en sus corazones que ya no la sienten. Vagabundeando por la ciudad, perdidos en sus pensamientos, sin hacer caso de lo que sucede a su alrededor. Ocupados en su mundo, un mundo oscuro, invisible para el que pasa a su lado. Soñando sueños ajenos. Sueños impuestos por un sistema devorador de voluntades e ideas propias. Son como títeres, manejados por hilos invisibles e insensibles, donde la vida no es vida. Es una mera supervivencia.

Al arrancar el ómnibus dejo de verlos y se escapan en la lejanía. Y yo aquí, en mi pequeño rincón del mundo. Durmiendo en la calle, viendo la gente pasar mientras nadie me ve. Donde también sobrevivo, pero con sueños propios. Donde también sobrevivo, pero a diferencia de ellos, yo sí los veo. Y los compadezco.

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