Su mirada andaba perdida entre sus recuerdos y la realidad. Sola en su oscuridad, veía pasar sus imágenes, unas resonaban en su mente, otras perdían intensidad, desaparecían.

María estaba muy grave, pulmonía.

— La veo, veo una luz — exclamó tratando de levantarse de la cama.

— Mamá, tranquila, no te muevas, estás muy malita.

— ¡Hijita, allí está tu abuela! ¿La ves? Me ha venido a buscar. «Mamá, qué guapa está» — dijo con resplandeciente mirada.

— Mamá…

Una ráfaga de luz inundó la habitación.

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