…se siente una leve brisa al cual se le adelanta un olor nauseabundo, mezclado con hojas de mentol estos árboles, a su vez, hacen sonar sus semillas como cascabeles. Y yo siento un frió sutil, mezclado de los pequeños trozos de sol que los arboles dejan pasar, y me llenan la piel de chispas de calor. De manera superficial están; el sonido del motores, pasos de gente apurada y una canción de amor, todo cambia si me concentro; suenan las aguas al chocar con las piedras y las aves ¿cantan o se quejan?, y si me concentro más; ya no escucho los sonidos, ahora son colores, colores sutiles como las piedras de esta sequía gigante, colores de pastos secos y arboles nacientes, colores únicos de sonidos relajante, cubriendo de manera asombrosa los sonidos fuertes de los corazones de metal y gente aún más apurada. Y en mi alma sonríe muy tenue mi corazón, al saber que a veces lo suave, alejado, despreciado y poco valorado aun hoy se vuelve el centro de atención, y eso es agradable.
Ahora observo el origen del olor nauseabundo, la transparencia que antes era ahora se volvió oscura lleva en su interior historias de personas, son historias desechadas e irrecuperables. No es la primera vez que estoy aquí estuve ayer, estuve antes y vi como un anciano en su alma, en sus huesos y cuerpo recogía lo que le parecía servir, al parecer no tenía nada o tal vez lo tenía todo y a comparación de nosotros, personas materiales, él no tenía nada y por eso no perdía nada, no se aferraba a nada y no dependía de nadie; solo vivía de un rió, de los árboles de los desperdicios y eso era todo. El me dio pena, pero luego lo sentí por mí.
Y ahora mi piel por este amarillo tenue, se convierte en un color de tono cobre. Ya en un lado un poco más alejada de la rivera, donde los hilos de luz son directos y calienta la espalda, mis manos rozan con la textura crocante de la hierba seca de dorados cabellos, que cubren el suelo como la urbe va cubriendo a lo que queda del campo. Y el alma de la tierra juega con las ramas y refresca los cálidos abrazos del dorado. Aquí no me siento sola me siento tranquila a pesar de los sonidos y la bulla, mi alma prefiere escuchar el silbido de un viejo y las voces de un niño; a pesar de estar rodeada de edificaciones, dirijo mi vista a los cerros de madera a mi alrededor de verdes ramas; a pesar del concreto que va llenando las ciudades, mi piel prefiere sentir estas piedras, estos pastos y este aliento; a pesar de la contaminación al rió, de los carros y la gente…el aroma de la tranquilidad, un árbol recién cortado, piedras removidas son muy reconfortantes y ya restan importancia a lo demás.
Ahora veo luz suave sobre el liso concreto, y a la vez el tejido de pasto en el suelo de tierra y la prefiero más que a la ciudad. Es hora de irme, solo me queda llenarme del último sorbo de este lienzo, de este lugar de desasosiego…
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