Perdidos en el Amazonas. Nunca habíamos visto una noche tan negra como aquella.Valga la contrariedad.
Los nativos se movían con una pasmosa habilidad por la selva, abriéndose paso con sus machetes. Como si fueran unos murciélagos en la más completa oscuridad. Detectando cada salto, cada piedra. Llevándonos de la mano, asustados y sudorosos.
Aquel chamán que nos echó el mal de ojo casi acaba con nosotros.
Todo por un mal viaje con la ayahuasca. Huyendo del hierro, en busca de la Pachamama.
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