Eligió Montevideo por aquello de Galeano; yo elegí su ombligo, por la loca combinación de su piel junto a mi mano.
Ella buscaba andares y alguna que otra copa; yo pensaba en esos mágicos lugares de su cuerpo, cuyos recorridos no había recorrido aún mi boca.
Al final nos desvestimos, deshicimos las maletas a toda prisa, pues ya no había prisa para irnos, y fue tan poquito el tiempo que necesitamos para darnos cuenta de que el globo no se había equivocado, el lugar perfecto estaba a su lado.
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