Cogí mis tacones con una mano y mi vodka con tres hielos en la otra… Mi trabajo se había ido a la mierda, mi matrimonio se destruyó, todo paso por el mismo desliz, sí, ese maldito desliz llamado »me acosté con mi jefe, todos se dieron cuenta y él después me despidió».
Había salido de la universidad hace algunos años, estudié negocios internacionales y terminé trabajando de secretaria, pero de hecho a lo que a mí implicaba quería quedarme en casa viviendo con mis papás y comiendo como cerda, pero no, me obligaron a dejarlo todo y enfrentarme a el mundo de arco iris y estrellas que imaginé algún día, pero en vez de arco iris y estrellas me encontré con la realidad de la vida, un asco. »El que quiere sobrevivir, debe pelear…» Y por »pelear» algunos lo toman como (adulterar, explotar, falsificar o como yo, acostarme con el imbécil de Eduard, mi jefe).
Volviendo al tema, no sabía que hacer con mi vida, lo único por lo que me alegraba era de que aún no era madre, entonces, no tenía tanto que perder, por ahora, no pensaba en relaciones ni en sentimentalismo barato, pues ese nunca fue mi fuerte. Pasaron los días y decidí ir a buscar trabajo porque después de una semana de »reflexionar» entendí que el presidente Santos no me iba a dar un puesto en el gobierno con una paga mil veces superior a la que tenía antes, por quedarme sentada o estar opinando cosas sin sentido en reuniones políticas o que no se me iba a aparecer Enrique Iglesias a invitarme a salir, bueno, eso no tiene nada que ver, pero lo pensé.
A veces el trabajo resulta un poco abrumador, créanme, no para el hijo de los banqueros millonarios, ni para los hijos de algunos corruptos, digo, presidentes y gobierno del país. (No estoy nombrando a nadie en especial, aclaro) pero de algún modo, para mí si resultaba serlo. Vivía en Cali en ese entonces, mi transporte del día a día eran taxis (mentira, sólo transporte público) no tenía más que algunas monedas en una billetera de cuero original, porque para aparentar ahí estaba de primera en la fila.
Los días cada vez se volvían más aburridos, me agobiaba la monotonía en que estaba todo, aún más que cuando estaba en una oficina como secretaria con mis faldas cortas seduciendo al estúpido de Eduard, cosa que me funcionó, miento, ¿acaso me dieron un ascenso o me volvió su esposa? ¡No! entonces, nada funcionó. Les juro que yo nunca imaginé llegar hasta ese extremo para conseguir las cosas que quería para mi vida, pero estaba harta de ver, desde la universidad, como las ofrecidas, las lindas alumnas que sonreían en toda la clase y después iban a cenar con el maestro y se las terminaban cenando a ellas, lograban sacar unas notas brillantes… En cambio, las ojerosas, sin vida social, que se esforzaban más (me incluyo) no les iba tan bien como esperaban.
Y, esperen, ¿qué me dicen de esos ascensos maravilla de alguien sin títulos? o ¿qué me dicen de que la rubia, que empezó ayudando con el café se case con el dueño de una compañía internacional? bueno, dirán que es envidia, pero no, aunque no me molestaría estar en Europa en este momento con ese anciano 70 años, pero tomando fotos con mi iphone 7 mientras poso en algún restaurante al que ahora no puedo ni aspirar.
A veces es molesto como la gente de allá afuera sin esfuerzo alguno consigue contratos millonarios, esposos ricos, y lo que quieren, mientras que hay personas metafóricamente matándose para conseguirle comida a sus pequeños, es ley, a veces la vida no es justa.
Me dejé llevar por el capitalismo desenfrenado, quería ya trabajar para ir como loca de compras y volver a casa con bolsas de almacenes de cosas que nunca usaré y que no necesito, recibí una llamada… Y adivinen, era el cada vez más estúpido, viejo y feo, pero millonario de Eduard, mi ex jefe.
Al recibir la llamada denoté algo de alegría en su voz, me dijo que nos viéramos donde siempre a las 3:00 pm (se refería a un apartamento lleno de energía pesada, porque ahí llevaba a todas sus amantes) y entonces yo asistí, necesitaba trabajar y él me podía ayudar con eso, tenía muchos contactos también.
Él, como todos los hombres con amante, me dijo que lo perdonara, que él me había despedido de su empresa y no porque no me quisiera, sino porque su esposa estaba esperando un segundo hijo de él, yo reí (la verdad no me importaba en lo más mínimo, solamente necesitaba su ayuda) y me la dió. Pasaron dos años y estaba yo como asistente de el mejor amigo de Eduard, y como su amante, estaba con un sueldo digno y también tenía estabilidad económica.
No niego que, a veces era algo agotador pensar en mi ex esposo, al que perdí por estar enredada con Eduard, el debía entender, pues, lo que el se ganaba no era mucho para mantener un hogar entre los dos, sigamos…
Por varios años aguanté una vida indignante, con trabajo extra no remunerado, horarios extensos, gritos por parte de mi jefe y humillaciones por parte de Eduard, decidí empezar desde cero, pensé que era sencillo, pero no hay nada más abrumador que intentar borrar una historia para emprender otra.
Estaba harta de los estereotipos de mierda de la sociedad, quería empezar algo por mí y dejar atrás esas ideas absurdas de que uno consigue lo que quiere con sexo, y sí, es verdad, pero ya no quería hacerlo de ese modo, el sexo se acaba, envejecemos y ya nada queda, créanme.
Salí a el banco mas cerca, para ver si me daban un préstamo y crear mi propia empresa, y así fue, todo salió como yo quería, lo logré, me valí por mí misma, pero ya tenía 48 años, cambiar la historia vale la pena. ¡Empieza!.
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