Desde la terraza.

Desde la terraza.

Paz Muñoz

16/02/2019

De mis primeros años de vida, recuerdo el Manzanares desde la terraza de mi casa, apoyada de puntillas con gran esfuerzo sobre la contundente balaustrada de hormigón que tenían aquellos edificios-dormitorio de principios de los setenta con reminiscencias de la Europa comunista.

Me podía quedar horas viendo pasar coches por la M30, que entonces era lo más de las infraestructuras de la gran metrópoli, escuchando el sonido ensordecedor de montones de motores a la vez, y que al mismo tiempo, se volvía extrañamente relajante, como que te inmunizaba; esto es algo que aún me ocurre, y creo que viene de aquel entonces… es ciertamente agradable… son esos que suelo llamar ‘mis momentos zen’

Probablemente la dimensión espacio-temporal de una niña de 3 años difiere bastante de la realidad, o digamos que es otra versión de la misma, porque ahí estaba yo tan feliz en mi terraza-oasis de cemento gris disfrutando de la polución que campaba a sus anchas a ambas orillas, contaminación acústica, medioambiental, vehículos a velocidades vertiginosas en ambas direcciones, y en mi cabeza, mundos de purpurina con unicornios saltando de nube en nube disfrutando de un día de campo.

La verdad es que hace tiempo que no voy por esta zona, pero seguro que si paseo por allí un rato, aunque ya no necesite ponerme de puntillas y no tenga el muro de cemento, sigo quedándome embobada durante horas con el murmullo del ambiente, de las voces de las gentes, de los motores de los coches, de las fiestas de los barrios y de sus fuegos artificiales …

Por suerte, la vida de los barrios y sus calles, la vida de verdad, la que hace ruido, la que a veces hace daño, la que a veces vemos sin querer ver desde una terraza, esa vida es algo que siempre se mantiene aunque sea en una pequeña esquinita de un casi olvidado bar de viejos, o incluso en un corto relato de historias de la calle.

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