No dejaba de repetírselo. No tenía nada de lo que arrepentirse.

Se despidió mal y pronto de familia y amigos; sacó todo su dinero.

Cogió un avión con uno de esos billetes que otros pasajeros cancelaban. La versión moderna de lanzar un dardo a un globo terráqueo, se decía.

—Claro, siéntate conmigo —contestó Óscar a esa joven en el modesto francés que aprendió esas dos semanas, más productivas que todos sus estudios.

No dejaba de pensarlo: le iba a costar Dios y ayuda arrepentirse de aquello.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS