La calle a los pies de Peter

La calle a los pies de Peter

Joanna Lagunowicz

10/02/2019

Sentado en las alturas de la obra mira a la gente pasar y piensa que cada paso dibuja, simplemente, la vida pasar. Peter es un obrero más, algo flaco, calvo y sin sonrisa. Mira sus manos desgastadas de tanto picar y sus pies sólo están a un paso de poderse tirar. Un paso al frente en el andamio y todo acabaría, llegaría su final, aunque, el empresario seguro que vería la obra acabar. Sentado en el umbral de aquél andamio de metal resuena en su bolsillo un puñado de nuezas. “Mucho ruido y pocas nueces es la vida”, piensa Peter. Hace tiempo que en sus bolsillos no suenan monedas, sólo nueces, las que cada mañana coloca su mujer. Mira el reloj, pero no da la hora, tuvo dinero para comprar el reloj pero las horas de trabajo siguen sin ser suficientes para comprar pilas. El tiempo lo marca la obra, la vida pasa bajo el andamio y él tiene cerca el final.

Coge el martillo y golpe tras golpe abre las nueces como hacía su abuelo en aquella vieja casa de madera. Una casa situada en medio del pueblo que tras años acabó rodeada de grandes edificios que construyeron obreros como él. Las paredes amarillentas y los muebles de madera poco se apreciaban, salvo la cocina donde entraban los rayos del sol mientras su abuela cocinaba. Peter prefería estar con su abuelo en la salita viendo como golpe tras golpe abría las nueces y esperar a que alargara la mano para darle los mejores trozos, cuantas más nueces comiera, menos hambre tendría y menos sopa de la abuela comería, que por más que cocinara a cada sorbo le sabía peor. Así eran sus vidas, nueces rotas con esfuerzo y sopas hechas con amor.

Peter se levanta para seguir trabajando en la obra, aún no se puede tirar, y baja cada peldaño de aquél andamio de metal. Saltar no le asegura un final. Necesita sentir la música porque el ritmo de la obra ya es infernal. Llega a la acera y mira a la gente pasar. Piensa que cada paso dibuja, simplemente, un nuevo lugar. Empieza a correr sin mirar, aunque se choque con un viandante no importará porque ya llegó la hora de escuchar el piano de aquella Sala de Jazz.

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