Que aún estoy en shock. Que lo de este fin de semana ha sido muy, muy fuerte. Es que se cuenta y no se cree. Y todo empezó de la manera más tonta; como empiezan todas estas cosas en mi empresa. Que si hay que ser proactivos -¿es que ya nadie sabe decir iniciativa?-, que si hay que entender al cliente -¿y a mí quién me entiende? que cuando pido más medios parece que hablo chino-, que si hay que cambiar la cultura -y de cambiar la moqueta ¿qué? ¡Joer, si tiene ácaros como centollos!- Que si hay que… ¡Qué agobio! Que te ponen el alma en un puño y no sabes dónde meterte. Vamos, que he estado a punto de renunciar al bonus. Y claro, que si patatán, que si patatín, la cosa se fue liando y al genio de Recursos Humanos se le ocurrió contratar a una empresa de Consultoría, de esas que se lo llevan crudo por cuatro Powerpoints y dos charletas. Y aquí estamos, en mitad de la nada, porque de momento nos han sacado de nuestro “círculo de confort” -vulgo, oficina- y nos han traído a Siberia, -que joder, qué frío que hace, con lo a gustito que estaba yo con mis presupuestos-, a aprender el nuevo estilo, así que muy aplicadita he abierto el cuaderno de trabajo. ¡Y qué cuaderno! ¡La leche! El códice del Beato no tiene más colores. Esto ha costado un pastón. ¿Dónde queda “contención de costes”? ¿Qué…? Ah, sí, perdón. Joer, me distraje. Casi me pillan. ¿Que tomemos nota…? ¿Dónde…? A ver, que no me entero lo que nos dice el Jiman que anotemos. Ah, sí, aquí, en estos micro-recuadros hay que poner lo del managementnoséquéleches que nos ha contado esta mañana. Joer, ni puta idea. Pues como me pregunte la he cagado, pero bien.

Menos mal que ha ido a por Padilla. Se ve que algo le ha dicho el presidente, porque ha tirado a matar, eso sí, con una sonrisa que helaba la sangre. Parecía el replicante de Blade Runner. Padilla sudaba y sonreía. Que estaba al cien por cien con el equipo, que estaba a muerte con la empresa, que llevaba la camiseta de la compañía hasta para ducharse… Pa-té-ti-co. Y el resto mirábamos al suelo, no fuera que nos cayese alguna de rebote. Al final, Padilla ha perdido dos kilos y la sala 10 grados. Había menos vida en el aula que en Chernobil. ¡Qué tensión! Pero el Jiman ha pegado un berrido: ¡SOMOS UN EQUIPO! y el boli se me va tres mesas más allá ¡VAMOS A GANAR! ¡NADIE NOS PUEDE! Y ahí que me visto con el boli en plan gladiator corriendo en mitad de la taiga hacia unas tirolinas donde estaban los aprendices del Jiman esperándonos. ¡Qué subidón! Y que bajón cuando el Jiman ha pedido al primer “guerrero” del new team que trepase por el árbol y saltase a la anilla que colgaba a casi cincuenta metros de altura, bueno, me he pasado, a cinco, pero desde abajo los parecían, y desde arriba ¡la virgen! eran por lo menos cien, porque la “guerrera”, gilipollas, dirían mis compis, cómo los quiero, que ha acabado subiendo he sido yo, porque Padilla reculó, el resto hizo como que el asunto no iba con ellos, y yo, que estaba recuperando el resuello tras la carga de Balaclava no me di cuenta de que me quedaba sola con el Jimán. Y, hala, empujón y parriba, Que si subir ya me costó, cuando miré abajo y vi a los cabritos de mis compañeros descojonados, me entró un cabreo que a poco me tiro en plancha sobre ellos. ¡SALTA! ¡VENCE TUS MIEDOS! ¡DOMINA EL MERCADO! Va a saltar tu pastelera madre, Jiman. ¡SALTA! ¡SALTA! ¡SALTA! coreaban los cabritos de mis colegas. Estaba acongojada, y qué frío. ¡ESTÁS EN LA CUMBRE! No hace falta que me lo recuerdes, cabrón. ¡VIVES LA SOLEDAD DEL LÍDER! Será cretino. La anilla estaba como a cien metros. Al final, me encomendé a la virgen del Perpetuo Socorro y salté. ¡A la mierda una uña! Y acababa de hacerme la manicura para esta ocasión tan señalada del “audor”. Al Jiman es que lo arañaba si no fuera por lo que me cuesta cada uña. El tipo estaba exultante: habíamos triunfado ante el mercado. ¡NADA NOS PODÍA PARAR! A mí, sí: mi uña.

Cuando me descolgaron el viento arreció y una tromba de agua nos empapó en menos tiempo que una stock option se va a la mierda en Wall street. Salimos escopetados para la casa pero el Jiman nos gritó: ¡AGUANTEMOS LOS CAMBIOS DEL MERCADO! Entonces el mercado hizo una opa hostil y con un rayo mandó a tomar por culo las tirolinas. Joer, qué sprint se marcó. Este tío ha sido olímpico, fijo.

En la sala no pudimos secarnos. Había que “explotar” el caso. Flórez reventó a estornudos mientras chorreaba el agua del charco en el que cayó. Padilla se quejaba del tobillo. El resto nos sacudíamos poniendo todo perdido. El Jiman transpiraba euforia ¡EL MERCADO NO HA PODIDO CON NOSOTROS! nos gritaba mientras se secaba con la toalla que le había dado uno de sus secuaces. Nos ha jodío, como que el “mercado” te ha traído una toalla, mamón.

En resumen: Padilla, esguince; Flórez, neumonía, nos dijo su señora el lunes; yo, una uña… Vamos, el Armagedón. Pero eso sí, habíamos resistido los “embates del mercado”, “creado espíritu ganador” y “hecho equipo”. Y según se mire; porque a Padilla, aún con esguince, le prejubilaron con buenas palabras y un reloj por su dedicación ejemplar a la empresa: “a esa gran familia que somos”. Como nos repitió el presidente amagando un puchero en el funeral de Flórez, que no superó la neumonía que se lo llevó por delante.

Yo, aún aguanto al “mercado”. Mientras, mi uña se ha recuperado y marca en la fotocopiadora dos copias de todas las hojas de gastos del presidente… que algún día recibirán en la Agencia Tributaria.

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