Sin tener claro el por qué me quedé mirándola, algo en ella hizo que me preguntara ¿será la misma que conocí años atrás? Esa mañana caminaba por el centro de la ciudad, de repente, no sé cómo contrariando mis costumbres tomé impulso y me acerqué ¿Lorena? Ella abrió los ojos desmesuradamente y con la mirada contestó, parecía estar tan sorprendida como yo, nos quedamos inmóviles frente a frente; mientras la comparaba con mis recuerdos pensé cómo ha cambiado… entonces como quien vuelve de un sueño le dije que tenía que llegar a mi oficina, intercambiamos números telefónicos y con el corazón a mil seguí mi camino.
Aquella tarde recordé a la niña que a comienzos de los años ochenta llamaba a mi casa a preguntar por el novio, uno de mis primos. Alguna vez de manera casual contesté el teléfono dando inicio a largas horas de conversación hasta encontrarnos allí mismo donde treinta y tantos años después nos volvimos a ver. Por esas calles conocí una hermosa mujer de la que solo quedaba la mirada, allí vivimos un corto y secreto romance que se acabó cuando me dijo «me caso, a ti te quiero pero a él lo amo«, esas fueron las últimas palabras que le escuché cuando supe que tenía que borrarla de mi vida.
Esa noche llegó un mensaje por whatsapp, “Cuando me viste no me sorprendí, yo te había visto hace tiempossss…. pero me dije voy a dejar que me encuentre y gané”. Me hizo un breve resumen de su vida con datos como “Tuvimos un solo hijo y lo tuve hasta los tres años de casada pues fue muy duro al principio, incluso me iba a separar ya que no me adaptaba, por decirlo así, a la forma de ser de Manuel, sin embargo no tuve apoyo familiar y seguí la vida con él aunque nunca he sido feliz. De pronto le dio porque encargáramos un hijo y así fue… Qué rico poder hablar contigo y contarnos las cosas. Cuídate, gusto en saludarte”.
Con nostalgia contesté el mensaje contándole algunas generalidades de mi vida mientras pensaba cómo se nos fue la vida, sólo somos sombras de un pasado que no existe…. era claro que el matrimonio no le iba bien, pregunté qué significaba lo de la forma de ser de Manuel.
Te lo puedo resumir en tres palabras: ¡Malgeniado, grosero y vulgar! Hay muchas cosas que sufrí, muuuchoooo, aprendí en treinta años, con el tiempo fui formando una especie de coraza, ahora no siento nada cuando está enojado así sea por cualquier bobada».
En aquel momento se despertó el deseo de reiniciar lo que había quedado suspendido abruptamente. Y no era amor sino más bien curiosidad, sed de aventura, por eso le escribí una mezcla de mentiras y verdades. Nunca dejé de quererte, por respeto me alejé de ti y de esa familia pero si el destino te ha puesto de nuevo en mi camino, no es por casualidad ¿cuándo nos vemos?
Pasaron semanas sin que me escribiera hasta que llegó un mensaje que avivó mis esperanzas. «Amor, tú estás recogiendo un cristal roto y tratando de acomodar las piezas para fortalecerlas y que no me hagan más daño… Por eso el día que me vea contigo QUIERO estar segura que ya eres mi vida, mi alegría, el complemento que me falta para poder seguir aguantando este karma que debo llevar de por vida. De mi puedes escribir un libro pero quisiera un final feliz porque voy a conocerte de nuevo, quiero volver a soñar, no me sueltes de tu mano porque voy a confiar en ti…»
Empezamos a escribirnos constantemente durante meses sin llegar al encuentro, alimentando eso sí con los mensajes una mezcla de deseo, temor y mutua dependencia.
«Sufrí demasiado y sin apoyo de la familia no pude hacer nada, pero HOY me siento más triste que nunca porque he visto tu luz y tengo miedo que sólo sea por un momento… Si me acojo a ti NO me sueltes de la mano porque me hundirás en un abismo, por eso te digo ¡ESTÁ EN TUS MANOS! Sabes, tengo mucho para contar acerca de lo que he sufrido con esa familia…»
…»Quiero llegar a conquistar tu alma y que jamás me saques de ahí. Quiero hacerte soñar, llenarte de cariño, de ternura, tener un rinconcito en tu corazón, ya me encontraste, NO me sueltes de tu mano porque si lo haces esta vez nuestro próximo encuentro será en el otro mundo… Treinta años amor, ¡Dios! Me parece mentira, aún recuerdo cuando te besé allá en el instituto en el centro donde yo estudiaba ¿Recuerdas? Debí ser tu mujer, yo soy muy dócil, cariñosa, tal vez por eso todavía tengo hogar, porque he soportado mucha vulgaridad y humillación»…
…»NO quiero que si algún día pasa algo me utilices y me dejes, prefiero que me digas si en verdad me amas, piénsalo bien porque no puedo soportar más dolor y tristeza, como te dije necesito tiempo porque no soy tan fácil de convencer, he sufrido muuuuchooo en treinta años. Disculpa lo sincera«…
Volvimos a vernos, en el mismo punto del reencuentro. Al acercarnos me envolvió con la elocuencia de su mirada que expresaba sufrimiento. Quise huir pero pudo más la tentación. Sin cruzar palabras caminamos, entramos a un hospedaje del sector y viajamos al pasado haciendo el amor con la pasión de los veinte años y la experiencia de los cincuenta descubriendo que toda la felicidad se concentraba en ese instante en el que dejábamos atrás una larga vida de hastío. El tiempo se detuvo permitiéndome disfrutar una agradable sensación de bienestar mientras Lorena fue al baño. Como no regresaba fui a buscarla, no estaba por ninguna parte ¿En qué momento abandonó la habitación? Nunca lo supe, marqué al teléfono, estaba apagado. Me vestí intentando controlar las emociones y salí sin reponerme de la sorpresa, aún me pregunto si aquello sucedió o fue producto de mi imaginación, nunca más nos vimos.
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