-Ve tu casa como un chino queriendo regresar por primera vez a su hogar, aquel hogar donde naciste, tal vez para volver a comenzar o solamente para revivir la memoria, el calor, la emoción de volverte a enamorar- decía mi abuelo, era conocido como Juanito, nunca se le supo de ningún amorío, como a tantos hombres de su edad, era un hombre respetado en el pueblo de Abasolo, que ahora ya es ciudad orgullosamente, recordaba 15 años atrás, mientras caminaba por la banqueta de la que una vez fue mi casa.

Aquella casa donde vivía estaba muy cerca del jardín principal, enfrente de ella estaba una banca de color verde, debajo de un árbol donde siempre se reunían los galanes del pueblo que eran unos años mayores que yo, la casa que habitábamos tenía más de 100 años de antigüedad, era de techos altos, sus paredes parecían que hablaban, tenía un huerto enorme en la parte de atrás y como la casa era muy grande mis padres decidieron poner una cafetería en la parte de adelante, ya que además tenía un buen punto de mercadeo.

Y así fue como después de 15 años de visitar el pueblo que me vio nacer, comencé a revivir cada instante, imaginar a mi abuelo cada mañana visitándonos antes de abrir el negocio y mi adolescencia, tan preocupada por aquel primer beso, con quién sería y si levantaría de manera inconsciente mi pie como en las películas o si tendría que hacerlo con propósito, di la vuelta al jardín por la misma banqueta que lo rodeaba, eran las 9 am, camine una cuadra más y luego doble hacia la derecha, encontré una calle que ya había pasado, pero que había borrado por alguna extraña razón de mi pensamiento, ahí me detuve un instante, la observe, no pasaba ninguna persona y había muy pocos vehículos, a lo lejos vi un trailer, detrás de él dos adolescentes besándose apasionadamente, como si el mundo se fuera a terminar.

Así que empece a evocar como había sido la búsqueda de mi primer beso, ahora ya lo podía ver todo claramente fue una noche, un 2 de diciembre del 2004, decidí quedarme con mi amiga Mariana, sentadas en aquella banqueta, cerca de mi casa, tenía una corazonada, debía quedarme en aquel lugar, en lugar de dar la vuelta con nuestros amigos como de costumbre, mientras charlaba con mi amiga y reíamos, un muchacho de apariencia inocente, de pelo largo y labios como en forma de corazón atrajo mi mirada, paso en una camioneta blanca, algo pequeña, para su frondoso cuerpo y estatura, me quede pasmada y lo voltee a ver de reojo con mis ojos que saltaban de la emoción, mi amiga le gritó- Ricardo, ¡ llévanos a dar una vuelta!- el nos abrió la puerta, nos subimos y en un momento me sentí tan conectada a el que no lo deje escapar, su nombre era Juan Ricardo.

Después de dos meses de conocernos y de sentarnos en el jardín, me atreví a decirle que caminaramos en aquella calle que había encontrado solitaria y en un momento de impulso, cerré mis ojos. puse mi boca en forma de trompita, me acerque a el y el me retiró lentamente, suavemente, su voz temblaba y me dijo sonrojado- es muy pronto, aquí no- entonces yo baje lentamente mi pie que estaba a punto de levantar un poco más cuando me acerque a sus labios, le dije apenada que tenía que irme a mi casa, caminamos y cuando llegamos a la puerta, me robo un beso fugaz, que no me hizo sentir nada.

Sonreí como una niña, que tiempos, recordar era mágico, un olor a chocolate se percibió en el ambiente, en ese momento una voz ronca, suave y pausada me gritó- ¡Itzel! – volví mi cabeza atrás, me di media vuelta, regrese al presente, olvidando aquel terrible beso, cuando voltee vi a un señor como de 40 años, de boca roja en forma de corazón, de barba tupida, con algunas canas que le hacían muy atractivo, algunas arrugas se le notaban con deleite y sensualidad sobre sus ojos y mejillas, -¿Juan Ricardo?- si, soy yo- apenas pude decir hola, me empezó a contar se su vida, de los negocios que había hecho desde entonces, yo no podía concentrarme en el contenido de su platica, solo podía ver sus labios que se me antojaban más que ayer y me preguntaba si sería posible volverlos a besar, en aquella calle silenciosa que tanto me inspiraba.

El sonreía, me veía mis caderas como si las deseara tanto como yo su boca, quería decirle en ese instante que me tomará y me llevará a un hotel, tenía 31 años, para mi no importaba el tiempo, el quedar bien o llevar las cosas con calma, solo quería volver a sentirme viva, deseada, joven, andar aprisa.

Antes de que siguiera hablando, le tome del brazo, lo apreté, lo jalé y le bese, le bese como nunca había besado a nadie, ni siquiera a mi esposo, la sangre comenzó a correr por mis venas, jadee de placer mientras mi cuerpo se enrojecía y humedecía, fue como si el mundo hubiera desaparecido, excepto la calle, esa calle nos veía, nos jugaba una broma del destino y justo en ese momento una niña grito -¡papá!- corrió a sus brazos y lo asfixio de amor, detrás de ella venía Mariana, ahora su esposa- (mi amiga), ella sonrió, me abrazo, comenzamos a platicar, no se habían percatado de la indecorosa situación, yo disimule, me despedí, la niña corrió y Mariana la fue alcanzar, Juan Ricardo me dio un beso en la mejilla, mientras me apretaba la mano, dejando su tarjeta con su número en ella, después me susurró al oído- ¡No vuelvas alejarte de mi!- mi corazón se paralizó, parecía una indecorosa propuesta, guarde su tarjeta en mi cartera, el se alejó, le vi retirarse y caminar en aquella calle pensando en todos los besos que faltaba por darle.

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