«No hay trabajo» dice la gente.
«El desempleo aumenta» dicen las tasas.
«Trabajo hay, lo que no hay son ganas de trabajar» dicen los mayores.
«El que busca encuentra» dice un refrán.
Y ni les cuento lo que dicen al respecto los políticos.
Pero nada de esto llega a ser verdad ni mentira. Lo cierto, es que hay trabajo, pero poco, feo y difícil de encontrar.
Llevo desempleado casi un mes, quizá para algunos sea demasiado tiempo, quizá para otros sea un chiste llamarme a mí mismo desempleado sin haber cumplido si quiera los treinta primeros días de esta condición. Pero supongo que lo que en verdad importa es lo que cada uno sienta sobre sí mismo. Y en este caso en particular, yo, me siento un desempleado.
Cada día, igual que el anterior e igual al por venir, me despierto temprano como por inercia, y al salir del baño me doy cuenta de que no tengo un verdadero motivo para hacerlo y vuelvo a la cama por un poco de fiaca. Afortunado, estarán pensando muchos, y yo también lo hice en su momento, pero honestamente después de unas semanas de esa rutina, desearía mas tener un motivo para madrugar, de lo que desee no tenerlo cuando lo tuve.
Una a dos horas más tarde, contracturado y con renovadas ganas de ir al baño, decido levantarme y empezar mi absurdamente monótono día. Acompañado de té o café dulce, comienzo por encender mi computadora, fiel amiga y devota compañera de mis grises jornadas. Y de esta forma comienzo la búsqueda correspondiente a la fecha.
Empiezo por el Google desesperado: «necesito trabajar ya!», a ver que sale. Y por supuesto la dedicada revisión de los clasificados del diario local. Desde luego, supero esta etapa sin resultados positivos.
El segundo paso es revisar bumerang, zonajobs, buscotrabajo, alamaula, buscojobs, jobrapido, buscoempleo, computrabajo y otras tantas .coms dedicadas a lo mismo.
Pero los resultados no son otros que los mismos del primer paso, o en todo caso muy parecidos. Solo aparecen artículos o propuestas desactualizadas, y en algunos casos, una gran lista de puestos para los que no califico, encabezados por frases tales como: «necesito señorita…» o «se busca hombre jubilado para..» o peor «Necesitamos abogados/médicos/arquitectos/ingenieros..» y al ver esto, pienso que si tuviera alguno de todos esos títulos, aun estando desempleado, jamás se me ocurriría buscar en esos sitios. Sé que probablemente me equivoque, pero me resulta absurdo. Nada que hacer.
Después de estos dos primeros pasos, la búsqueda se pausa por la implacable siesta, que yo no duermo, pero aparentemente el resto del mundo sí, y de alguna manera me obliga a no poder hacer mucho en esas horas.
Alrededor de las cinco de la tarde, comienza el tercer paso, la búsqueda activa. Carpeta de C.V.s en mano, salgo a recorrer las zonas comerciales de la ciudad, en busca de carteles en vidrieras o algo por el estilo, que anuncien la necesidad de un nuevo empleado, lo que por cierto no es muy común, pero de vez en cuando aparece alguno. Entonces ataco eufóricamente, quizá demasiado, anunciando que tengo una disponibilidad horaria completa, y que tengo tal o cual aptitud para el puesto ofrecido. El diálogo siempre tiene el mismo desenlace, «muchas gracias, después se lo doy al encargado» haciendo referencia a mi currículum, el cual estoy seguro que en la mayoría de los casos, desechan en cuanto me retiro.
En las primeras semanas de mi estado transitorio (eso espero) de desempleo, realice otras dos formas de búsqueda. Una activa, el «empapelado» que consistió en llenar la ciudad con mis currículums, sin saltear un solo negocio. Y otra pasiva, la «difusión» en la cual hice saber a todos y cada uno de mis conocidos que estaba en la necesidad de trabajar, y que si sabían de algo… bueno, que se acordaran de mi, en pocas palabras.
Estos dos últimos métodos, fueron los que me ayudaron a sentirme ligeramente ocupado en un principio. Claro que, como se darán cuenta, ambos poseen un mismo problema y es que se limitan a la cantidad de conocidos y/o de locales disponibles, lo que por otro lado infunde nuevas depresiones al ver agotados estos recursos.
El límite de la insistencia está entre ser del que digan «Che tengo un amigo que está buscando laburo» y «Este pesado ya me pregunto veinte veces si sabía de algún trabajo». Y es por ello que lo mejor es dejar pasar un poco el tiempo antes de la segunda vuelta.
Esta circunstancia, no tiene que ver con cómo ni quién soy, simplemente con el orden natural de las cosas. Según dicen los que saben ‘todo pasa por algo’, y sin dudas creo en eso, pero el hecho de hacerlo, no me exime de la tortuosa duda de saber que es ese ‘algo’.
Y reanalizando mis palabras, antes expuestas, me pregunto, ¿estaré buscando bien?.
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