Se quedó ella en una risotada tan enorme, tan plena, tan espantosamente bulliciosa, tan circense, tan otra ella, tan diferente a su naturaleza frívola y Morticia… que nada la hacía entrar en razón con sus recuerdos. Olvidó de dónde venía y peor aún no sabía hacia donde la guiaba su destino.

En adelante cada pisada era una huella que se quedaba incrustada en su recuerdo, cada ojeada al cielo la dejaba cada vez más fría, marchita y vagamente entorpecida por sus ansias de poseer en definitiva su destino.

Ella no recuerda que fue prisionera no sabe cuántas veces de mil y tantos brazos que se le iban llevando parte de su vida y las toneladas de esos sueños de mujer que se dibujaba desde niña. Fue poseída por un sinnúmero de hombres que escapaban en noches de efervescencia y de frialdad de los lechos a complacerse en su cuerpo que poco a poco se iba marchitando como la hoja abandonada en el risco solitario del desierto.

Ahora no sabe que es amor, nunca lo supo.

Olvidó que su corazón se enfriaba al toque de los años, que su mirada en varios momentos de su torpe pero sutil naturaleza se enclavaba en la montaña de donde un día bajó presurosa huyendo del castigo cotidiano de su madre. Una mujer de alma yerta, que acostumbrada a los golpes de la vida y de la tierra se carcomía en un odio tan tremendo por todo lo que la rodeaba, y de lo que ella, la niña tonta era participe en cada latigazo que le arrancaba so pretexto de la acostumbrada faena de su suerte.

Hoy no tiene en su cabeza ese dramático momento en que la encontró muerta, tendida en su lecho, abandonada a su suerte, con ese pequeño frasco de veneno en las manos y su boca moreteada por la fuerza de perderlo todo, con ese gesto dolorido que le había conferido su destino desde el día en que él se había marchado y la había dejado a expensas de su concreción, con el deseo de volver a verlo. De ella no le queda ni el más vago recuerdo.

Con su corona en la cabeza, con polvos baratos que cubren parte de su rostro, con esa pestañina que se corre a chorros de lodazales y que resguardan la cuenca de sus ojos…con el movimiento en sus manos, con ese adiós de reina sensible y marchando como en un carnaval se le ve modelando por las calles de su pueblo. Enloqueció hace poco. Se rió tan fuerte de sí misma que de un tajo perdió la razón. Camina parodiando ser una reina de belleza. De vez en vez, con su mente perdida en el infinito de su locura, va al bar griselada´s nigth y donde antes otorgara ese placer perverso, hoy se desmadeja en las risas y las burlas, en su mundo de mentiras y de famas.

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