Alguna vez existió un pueblito lleno de colorido, rodeado de montañas, y un lindo río que a pesar de estar cerca a las montañas contenía arena de mar en sus orillas, sus aguas frías y cristalinas engalanaban este poblado, me gustaba acudir a una piedra grande con forma de pera, y escuchar las historias que contenía cada espacio de este pueblo narrados por mis tíos y mi abuelo, con el calor de la chamiza consumiéndose en una fogata.Como niños inquietos buscábamos esos lugares, recreando en nuestra imaginación todo lo que escuchábamos; no importa las veces que íbamos a esos lugares para hacer de nuestras historias más grandiosas con cada expedición, incluso en los rincones donde las arañas tejen, sentíamos escuchar los fantasmas de lo sucedido décadas atrás.

Era paradisíaco recrear aquellas historias, sin embargo varias veces giro la tierra alrededor del sol , cuando regrese ya no existía aquella roca, ni las familias propietarias de aquellas casitas de bahareque, con una cruz en mitad del tejado, un poco de musgo en las tejas, que te indicaban el tiempo que tenía cada una de ellas, ni los ladridos de los perros que nos hacían correr despavoridamente, cuando pasabas cerca.

Por mi cabeza rondaron varias preguntas sin respuestas, me daba malestar el pensar que por diferentes índoles sociales, aquellos lugares mágicos o de fantasía deban ir desapareciendo,

– que fui el primero en marcharme,

– que no pude mover ni un dedo para que todo permanezca intacto,

– que al querer ser parte del desarrollo o del futuro, debemos abandonar estos pintorescos lugares, para que se edifique industrias y ciudades.

Tal como muchas personas, no deje de reprochar el desarrollo, eran palabras muy sentidas las que emitía, sin darme cuenta un par de lagrimas rodaron mi mejilla, cuando empece a entender, que el tiempo y como tal la la vida pasan muy rápido, siendo muy cambiante a la vez; hoy disfrutamos mucho de lo que tenemos grande o pequeño, caro o barato, pero cuando vemos algo mejor dejamos de lado lo que nos gustaba, así mismo las ciudades van creciendo, dejando en recuerdos memorables sus lindos pastizales, formas rocosas y las primeras personas que pasaron por ahí.

Hoy en día tan solo espero que en esas ciudades el viento guarde la tranquilidad, la algarabía, la magia de aquel lugar, y que por generaciones se mantenga viva las historias, leyendas, de lo que existió algún momento en cierto espacio de tiempo.


Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS