Mi nombre es Anabel, nací en la ciudad capital de la provincia de Santa Fe, que tiene el mismo nombre, pero ahora vivo en el campo. Nací allá porque en esa época mi mamá estudiaba para ser veterinaria y mi papá abogado… y por esas cosas de la vida, que según mi abuela Sonia soy muy pequeña para entender, mi papá y mi mamá se separaron y ella se vino a vivir de nuevo con los abuelos al campo y me trajo a mi también, y papá… bueno… de él casi no me acuerdo, y hace mucho que no lo veo.
Desde este año voy a la escuela en Malabrigo, porque antes iba a una escuelita que está recerquita de mi casa, con dos chicas más, Cami en tercero conmigo y Cande en séptimo y la maestra nos enseñaba a las tres, pero le dijeron que eran muy pocas alumnas, y por eso el gobierno cerró la escuelita… entonces mamá me lleva todos los días a la ciudad y la escuela abandonada nos queda de paso. Una vez, cuando pasábamos por ahí, a mamá se le humedecieron los ojos, y dijo “pensar que yo hice mi primaria acá, con mis cuatro hermanos, y éramos muchos alumnos” porque mi mamá tiene cuatro hermanos, todos varones, pero ellos ya se fueron de la casa, Javier vive en Malabrigo, Esteban en Rosario -porque es doctor-, Rogelio en Santa Fe -creo que es abogado- y Efraín, mi favorito, en Esperanza, porque está estudiando para ser veterinario como quería ser mi mamá pero no pudo porque nací yo y después se separó de mi papá.
Cuando voy al pueblo, mucha gente me dice qué suerte tenés vos que vivís en el campo, y la verdad que me parece que sí, pero también tengo suerte porque tengo a mi abuelo Juan que es el que me hizo conocer todo acá. Él me llevaba siempre al tambo y me enseñaba el nombre de las lecheras, y cómo había que prepararles la comida mientras se las ordeña y las vaquitas son tan graciosas que dejan que le saquen toda la leche… y también tengo suerte de que tengo a mi abuela Sonia, porque es tan suave, bueno… la piel de sus brazos, siempre se los acaricio, pero sus manos son bastante ásperas, aunque mamá le compró una crema y ella se la pone todos los días, pero el trabajo en la huerta y el corral de las gallinas le dejan las manos muy lastimadas. Ella me llama “Anabelina, vamos a dar de comer a las gallinas” y se ríe, y yo le ayudo a esparcir el maíz, eso a la tardecita, y las gallinas, patos, guineas y gallos vienen rápido a comer….
Y a la nochecita, cuando el horizonte se va cambiando de naranja a azul oscuro mamá me cuenta el nombre de algunas estrellas que brillan con mucha fuerza en esa manta negra del cielo… el lucero, la cruz del sur, las tres marías…
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