Los balazos nos despertaron una vez más…, cada noche es igual desde hace mucho, no recuerdo cuanto, me ha parecido una eternidad. Mi hijo se pegó a mí, más cerca cada vez, el miedo llena nuestros pulmones, ya no es aire lo que respiramos, es peligro.

Vivimos en El caserío de La Palapa, cerca de San Luis de la Loma, un pequeño pueblo en el estado de Guerrero, a dos horas de Acapulco. Cuando Juan, mi viejo, vivía, teníamos unas cuantas cabezas de ganado que nos daban de comer, repartíamos leche al pueblo. Pero, eso fue en otra vida, muy lejana, muy ajena a la que soy hoy.

Desde la ventana de mi casita, se alcanzan a ver 15 casas donde antes vivían 50 personas. Hoy quedamos como 10. Ayer se fue María y sus tres hijas. Dice que prefiere morir de hambre que ver a sus hijas violadas y masacradas por el narco.

Ha salido el sol, salgo a la calle a ver si encuentro algo pa comer, ya no hay nada. Paso por lo que fue la escuela, me detengo en la puerta, los libros y las mesas están en el piso, cubiertos en telarañas.

En el pizarrón, hay algo escrito, ayer no estaba: “Más les vale largarse de aquí”. Un escalofrío recorre mi espalda, sé que ha llegado la hora de dejar esta tierra que me vio nacer.

Ya no busco comida, corro a mi casa, mi hijo en el piso juega con un cochecito sin llantas. En una sábana pongo algo de ropa, la amarro y salgo con mi niño de la mano. Le echo una última mirada. Nunca regresaré.

Camino por las calles vacías. En el portón de una casa, se ven orificios de bala incrustados en el cemento y el metal.

Los sicarios cuidan el pueblo, para ellos es un lugar importante, es el paso desde la autopista principal hasta el lugar de producción de la amapola.

Camino junto a unos soldados, esos que vinieron a protegernos, ellos también me dan miedo al hijo de Lupe, lo mataron.

Miro a mi hijo, escuálido y flaco. Un pedazo de ventana de una casa quemada, me muestra mi reflejo. Ya no me conozco, sucia, flaca y ojerosa. Soy una más de las desterradas del narcotráfico en mi país.

Bajo la mirada, camino sin hacer ruido, no quiero que me vean, no quiero que me noten. Si tenemos suerte, sobreviviremos.

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