Decolorado arcoiris

Decolorado arcoiris

Ana Kovak

09/10/2018

Puede que no se oiga. Puede que el ruido de la ciudad apague la música de las estrellas, que comienzan a despertar en el cielo encendido de la ciudad. Mientras las luces de diminutos autos lo enceguecen, Héctor piensa.

Luces de un crepúsculo que se aleja hacia otras latitudes. Trazos de pobres y decolorados arcoiris que se escabullen entre sus párpados. El brillos de las primeras farolas encendiendo la ciudad. Héctor piensa, cuánto tiempo tardará esa luz en cruzar el inmenso océano y tocar las colinas de su tierra.

Clavó su mirada en la tenue línea del horizonte. Viajó en esa luz casi extinguida y en un segundo se vio llegando a San Felipe. Caminó por las calles de su ciudad; corrió con su pequeño; abrazó a su anciano padre y tomó las manos de su madre. Disfruto unos instantes de aquella fantasía en la que el tiempo y las circunstancias no lo había expulsado de sus afectos y se sintió feliz hasta el último segundo que duró.

Cavilando en esos pensamientos, contuvo el doloroso aliento que subió por su pecho. Mientras soltaba sus ojos de aquel atardecer que se esfumaba, una lágrima, esas de hombre que no llora, le dio luz a sus ojos.

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