Luego de miles de años, Prometeo sigue encadenado a su roca, contemplando su higado lastimado fuera de su piel desgarrada. Como cada día, el ave se aleja luego de haber saciado su apetito. Ya nadie queda de los Dioses antíguos. Reflexiona en el vasto Hades vacío, acerca de su creación, y el fuego hurtado hace tal vez demasiado tiempo. Esto lo ayuda a soportar la eternidad, convencido como está de que su condena resultó justa.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS