PARQUE NACIONAL DE ORDESA

PARQUE NACIONAL DE ORDESA

ORDESA

Desconozco las razones, pero el ser humano es incomprensible. Prefiere dejar la paz, el paisaje, el aire puro de los pueblos, para adentrarse en el caos de las capitales, donde la contaminación por el paso de los coches más la polución de las industrias inundan nuestras calles con un ruido ensordecedor.

El ser humano tiene miedo a pensar, le aburre soberanamente sentarse debajo de un árbol y deleitarse con la lectura de un libro. Preferimos dejar los pueblos, porque necesitamos o creemos necesitar el ruido devastador a la paz que nos brindan los pueblos.

Comprendo que esa soledad inmensa que se observa en los pueblos despoblados, no sea tampoco la plenitud. Las personas necesitamos cambiar impresiones con nuestros semejantes, aunque lo que se diga muchas veces sean palabras sin sentido.

PUEBLO DE MIS BISABUELOS

También es verdad que habrá que pensar algo sobre esta desertización de pueblos. No hay trabajo, la poca industria que había desapareció, la agricultura de la forma que está estructurada no da para vivir. Así que la gente joven no tiene más remedio que emigrar a la contaminación, donde un trabajo les permita vivir dignamente.

Antes, ante la miseria que también la había y mucha, los jóvenes emigraban a países lejanos, como Australia, Argentina, Venezuela o Uruguay. Otros, los menos decididos a Alemania, país más cercano a su origen.

En mi familia y no precisamente en la provincia de Huesca, emigraron a Uruguay unos, y otros a Venezuela. Así que una servidora viene de familia emigrante y aventurera. El tío Juan José que emigró a Uruguay, le dijo a su madre: Madre, me voy muy lejos de esta tierra tan bella que me vio nacer, dejo mis montañas queridas, mi mar encrespado, mis amigos queridos con quienes he compartido mi niñez y, sobre todo, a ti madre querida que me trajiste a esta tierra inolvidable. Pero no te apenes madre, porque rico he de volver y con un AIGA plateado pienso pasearme por las calles del pueblo. No te faltará de nada cuando llegues a la vejez, porque una hermosa casa te regalaré.

Pero las ilusiones son una cosa y el destino que te depara tu vida es otro. Cuando llegó a Uruguay se dio cuenta de que allí tampoco ataban los perros con longaniza. Pasó toda su juventud allí, y ya rondando los 6o años regresó. No traía el ansiado AIGA y solamente unas cuantas pesetas ahorradas, seguramente con sacrificio, que le permitieron hacer frente a su vejez.

BISABUELOS

Hubo algunos de nuestro pueblo que hicieron fortuna y volvieron al pueblo, entonces se decía con 30 millones de pesetas. Lo que desconocemos, por lo menos una servidora, son los trabajos que les costó, o quizás no, pero seguro que tuvieron que dejar en su pueblo el amor de su prometida, familia, amigos, no poder disfrutar de ese mar y bellas montañas, aunque en sus bolsillos repicaran las monedas ganadas. Y … me pregunto yo ¿Les habría merecido la pena?

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