EL PRECIO DE UN GUERRERO

EL PRECIO DE UN GUERRERO

Por el salón de la casa de Fausto, en el callejón lateral del arco de Granada, sito en un destacamento llamado Santa Fe, desaparecieron, como por artes mágicas, algunos árabes, volviendo a aparecer sanos y salvos tras las murallas de la Alhambra.

Fue por aquel pasaje secreto por donde corrieron las lágrimas del moro Boabdil cuando Axia, su madre sultana, al verlo mirar hacia atrás le reprochó:

“Llora, hijo, como mujer, lo que no supiste defender como hombre”.

“Madre” —quiso Boabdil responder—,“de Lucena hasta Porcuna, de Porcuna a la Alpujarra, me siguió la mora Luna.

Pero en Lajuar de Andarax, castellanos y Fezíes vendimos a España, la paz”

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