Ni bien dejamos a nuestro padre en el cementerio, hace dos años, mis dos hermanos partieron con sus esposas e hijos a la ciudad. Lo mismo hicieron tantos otras familias del pueblo; malvendiendo su ganado, abandonando sus casas y sus rojas tierras, sus árboles, sus ríos y su cielo. No entiendo lo que perseguían, tal vez no lo sepan tampoco ellos.

Recordé ayer, primero de agosto, en absoluta soledad a la Pachamama. Le expliqué que ya no hay animales, ni música o vecinos con quienes conversar. Le dije que me voy, que me quedé solo y sin fuerzas. Entiendo que soy de estas tierras igual que me sé un ser humano en el universo. Me estoy yendo y siento ganas de morirme.

Seguramente muchos quisieran poblar este lugar. Llegarían esperanzados quienes tienen necesidad de alimentos; los que buscan paz; los que poco de lo material precisan y son ellos capaces de generarlo; los que ansían estar más cerca de la energía que habita la naturaleza; todos los que aspiran a aquello que aquí abunda.

Creo que no son imprescindibles la mayoría de las cosas que poseemos. Recuerdo cuando mi abuelo vio fósforos por primera vez, pidió que se los arrimáramos y los arrojó lejos, al barro; nos miró con enojo y nos dijo que si usábamos eso dejaríamos pronto de saber hacer fuego sin su ayuda.

Me pregunto por qué no se puede vivir como nuestros antepasados: sin autos ni farmacias, sin tiendas ni Internet. Lo hicimos por siglos cultivando la tierra, cuidando los árboles, criando ganado, fabricando nuestros abrigos. Cualquier sitio donde haya tierra y agua, y brillen sol y luna a diario, es digno para asentarse en comunidad y ser felices en él.

Quedan aquí los huesos y el espíritu de quienes me ayudaron a ser quien soy. Siento que me voy y no me voy, que mi alma permanecerá junto a la de tantos.

Sé que retornaré, o te habitarán otros. De tus entrañas sacarán la energía que les permitirá volverte a transformar en lo que fuiste.

No dejaré ni un día de luchar por Ti. Intentaré dar con familias que se logren ilusionar con una vida diferente, aquí, en los cerros; gente con ganas y sin apego a cosas materiales. Si lo consigo, con ellos volveré, aportaré mi experiencia, y continuaremos juntos convocando personas para que nos acompañen.

Si no veo concretado mi sueño, entregaré mis bienes a los que se atrevan a seguir luchando para darles vida; los donaré para que sean de quienes los amen, cuiden y habiten. Que ese trozo de tierra y cielo suspendido en el ayer, vuelva algún día a tener sentido; que en esa nueva esperanza brote la vida, y florezcas

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