Y ahí estaba por tercera vez
Con su pelo moreno
Y su tez pálida
Sus ojos pardos
Y sus labios cortados
La de las manos nerviosas
Y el moño despeinado
La que no dejaba que el tiempo pasase
Sin exprimir hasta el último segundo de cada momento
La indestructible la llamé
La que no se dejaba hacer daño
Pero no por fuerte
Ni por feroz
Sino por débil
Y a la vez, segura de sí misma
La que se quería a rabiar
Y prefería una rosa con espinas
A 100 margaritas con color
Que la intentaron destrozar
Pero solo era capaz de destrozarse a sí misma
La que tenía la piel intacta
Y el alma desgarrada
La que hablaba en blanco y negro
Y pensaba en varias tonalidades de azul
La que jamás callaba
Pero pocas veces hablaba
La indestructible la llamé
Pero no por atroz
Sino por ese talento alentador
De encontrar a oscuras
Su propia luz
De bailar sin música
Y cantar sin voz
De pintar con las manos
Pero no en papel
De respirar sin aire
Y aún así llenar sus pulmones
De suspiros y lamentos
Y exhalaba en forma de risa
La indestructible se llamó
Y jamás la volví a ver
Y muchos menos a oler
Pero siempre, la indestructible la llamé
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