Ese pueblecíto, tal como yo lo recuerdo, como era en otro tiempo, con su iglesia original presidiendo el pueblo, con su campanario coronado por un gran nido de cigúeñas, y su gran reloj que nos cantaba todas las horas del día y de la noche, se oían por todas partes las campanas.

Sus calles sin asfaltar, su plaza pequeñita rodeada de sus bancos de hierro pintados de verde botella, justo enfrente de la iglesia estaba el «Bar El Cordobés», por que su dueño llegó desde Córdoba, ese hombre amable que tantos vasos de agua nos daba a los críos tantas tardes y noches calurosas y largas de verano.

Mi abuelo jugaba a las cartas en el bar, mientras mi abuela charlaba en la calle o en la plaza con las vecinas,y yo jugaba y corría con todos los niños y niñas por casi todo el pueblo feliz y segura. Esas vivencias y esas imágenes que jamás olvidaré, esos recuerdos son mi familia,esa gente es mi familia, esos lugares, esas calles, y aunque algunos ya no estén lo serán siempre.

Cuando pienso en familia, recuerdo todo eso, los olores del pueblo, que maravilla aquella panadería que quedaba muy cerca de mi casa…

En casa de mis abuelos, mi hogar durante muchos años, olía a azahar, jazmín, rosas y un sin fin de flores más que mi abuela cuidaba con sumo cuidado y cariño, recuerdo con gran admiración el enorme Lilo que encontrabas nada más entrar en el primer patio de la casa, del cual yo le llevaba todos los años un ramito de lilas a la maestra, según seguías por el patio, el gran rosal de rosas blancas que crecía pegado al brocal del pozo, al que por supuesto, tenía prohibido acercarme.

Y dentro de la casa, en el salón y demás cuartos ese olor característico de los armarios, perfectamente ordenados siempre, a mi me parecía que olía a muñecas antiguas, no se por que pero siempre lo asocié a eso. Ahora se que era un desodorante casero hecho por la yaya, un poco de vinagre con alguna especia de clavo dentro, ¡que cosas!.

Y la fabulosa higuera, que daba unos higos enormes, reinaba en el corral casi salvaje, donde mi abuelo me fabricó un columpio estupendo en el que yo podía pasarme horas experimentando la sensación más mágica para mi hasta el momento.

Si te cuento de la familia, sobre todo están mis dos pilares, esas columnas fuertes y sabias que eran mis abuelos, ellos me hicieron ser como soy, allí en su casa, en su pueblo, con sus gentes, nací y me crié yo, y así con todo eso me siento en familia, esos recuerdo me hacen sentir en casa.

Mis recuerdos y allá donde sienta calor de hogar me resulta familiar.

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