Si las paredes hablaran
“gorda, puta, marica, idiota”
dirían.
Y es que hay palabras
que contienen ecos
y ecos
que resuenan
durante toda una vida.
Hay paredes
que sostienen parlamentos.
Paredes
que envuelven a la fe.
Las hay
que acogen hogares
con familias dentro.
Éstas,
las que te hablan,
recogían las enseñanzas
que en el colegio se impartían.
Por delante de sus ojos
pasaron múltiples generaciones.
Las hubo buenas, malas,
mejores y peores.
Vieron chicos feos
y chicas lindas.
Recogieron besos furtivos,
corazones prohibidos
miradas arrobadas,
gritos de triunfo
y gemidos de fracaso.
Observaron novillos,
estudiaron latín, inglés y
matemáticas.
Se matricularon con la L.O.G.S.E.,
la L.O.C.E., la L.O.E.
y el bachillerato antiguo.
Durante años
sus alumnos
tuvieron un denominador común,
terminaban y partían a vivir sus vidas.
Ahora hay uno que
entre mis paredes deambula perdido.
“Gorda, puta, marica, idiota”,
escuchó durante años
que le decían.
Los ecos de las risas,
aún hoy,
retumban,
llevados y traídos por las corrientes
que giran entre las aulas.
“Gorda, puta, marica, idiota”
le gritan,
persiguiéndole inmisericordes
más allá de la muerte,
ésa que su propia mano le proporcionó,
cuando el muchacho/a más débil que
los demás,
agarró una cerilla y
un bidón de gasolina
y delante de sus maltratadores y
de todos aquellos
profesores, padres y demás alumnos
que no quisieron
o no supieron ayudarle,
se quemó,
llenando de cenizas
los ojos de este escritor.
Y aún hoy,
corren de mano en mano
y de móvil en móvil,
los vídeos que grabaron,
indiferentes al dolor,
aquellos que durante años
gritaron a su victima
“gorda, marica, puta o idiota”.
“El Bullying, es un fenómeno tan antiguo como el hombre en la tierra. Sus raíces parten de la misma matriz del ser humano. La naturaleza, por esencia, ha castigado siempre al más débil, buscando preservar con ello a la especie.
Pero a lo largo de la evolución, el hombre se ha considerado por definición, un ser superior en comparación con el resto de especies, con las que comparte el planeta.
Una civilización que se considera a sí misma, superior, por ser más evolucionada, ha de caracterizarse, necesariamente, por tener la capacidad de proteger a sus miembros más débiles. Si una sociedad no es competente para gestionar las herramientas necesarias que, hagan que todos sus miembros evolucionen hasta un estado tal, en que eduquen a sus vástagos en la importancia del cuidado de esta norma, entonces, se trata de una sociedad podrida en sus raíces y pronto, verá, como las paredes con que se viste, tienen muchas historias que contar, pero nadie a quien contárselas”.
Y entre tanto
delante de los ojos de mis hermanas
las paredes que dan cabida
a los señores que nos gobiernan
con el pan nuestro de cada día,
se sigue debatiendo
que si la L.O.M.C.E. sí
que si la L.O.M.C.E. no.
Y el tiempo discurre sin contemplación
y más paredes se embadurnan
con las cenizas de las víctimas,
manchadas por el eco de palabras
más afiladas y dañinas que si fueran espadas.
Y la sociedad mira a otro lado,
mientras se lamenta,
sin mancharse de verdad las manos,
para cimentar la solución,
sin importar de una
“gorda, puta, marica e idiota vez”
el color de la política
que las aplica.
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