Breve soliloquio marino

Breve soliloquio marino

M.J. Miranda

17/07/2018


Prodigioso momento irrepetible

Levanté la mirada y, de repente,

me sorprendió el regalo inesperado

del salto de una niña reflejado

sobre la playa bajo el sol poniente.

¡Qué magia la belleza sonriente

de aquel fugaz instante capturado

por el ojo avizor que, emocionado,

mi cámara captó modestamente!

¿No es en sí mismo un hecho sorprendente

que entre millones de células, ella

venciese la carrera por la vida?

También vino a caer, precisamente,

entre tantas galaxias como arena,

en el planeta tierra la semilla.

(Imagen de mi propiedad)



Agosto. Subida a la Isla de Santa Clara

Doraba el sol los pinos de la cuesta.

El suelo era de fuego. El viento hería

con su beso la piel. La tarde huía

vencida, ardiente, rota, por la siesta.

Insectos mil en desgarrada orquesta

que aquel silencio arrullador rompía,

inundaban el aire. Se moría

en un rojo latir el día de fiesta.

Subí a la cima. Ya mis pies cansados

no sentían mi peso sobre el suelo.

¡Qué dulce plenitud, qué triste calma,

qué soledad! Mis ojos extasiados

se llenaron de luz. El mar y el cielo

encontrábanse dentro de mi alma.



Nostalgia del mar

Mar de otoño,

que te llevas de la playa

la alegría.

¿Quién te ha dado ese ropaje

color viento?

¿Qué mujer enamorada

llora desde el infinito

sobre tu ancha geografía?

¿Quién añora tu paisaje

y lo empapa de tristeza

con su lenta lluvia fría?



Espejismo

¿No será acaso el mar una isla líquida

de lágrimas vertidas

por los amores muertos?

Me sentaré en la orilla a esperar tu regreso.

Secaré con la espuma

blanca, como un pañuelo,

mi llanto por tu ausencia.

No le confiaré a nadie

mis ansias y mi anhelo.

Yo seré esa sirena

que, en piedra convertida,

aguarda a que las olas te devuelvan

a la playa, un día de estos.



Andar y andar

¿Dónde está mi camino?

Caminos de la tarde,

por la arena mojada de la playa.

El mar borra las huellas

de mis lentas pisadas.

¿Dónde estará mi casa?

Blancas casas bañadas

de claro sol y de calor de hoguera.

Hermosas rejas guardan vuestras flores.

¡Blancas casas cerradas!

-¿Dónde vive mi amigo?,

le pregunto a mi alma.

Y sólo me responde con los ecos

de una risa lejana.



Catálogo

Hay dos seres humanos en la acera,

discutiendo en gerundio sobre espacios y tiempos.

Los escuchas y sigues impasible.

Obligaciones crueles

te abruman con su parafernalia:

reloj, limpieza, pan, trabajo,compra,

ladrones de felicidad. El tiempo pasa.

Los viejos y los niños cómo incordian.

Siempre te exigen más,

siempre te exprimen.

Siempre esperan que acudas

a su reclamo, a su llamada urgente.

Y tú ahí mientras tanto,

aburrido, desesperado, aguardas

en tu eterno presente,

que nunca se transforma

en realidad.

Aguardas al futuro

que te regalará la maravilla,

que te traerá por fin felicidad.

Pobre de ti, infeliz, ridículo,

deseando un imposible.

Infeliz por soñar, por anhelar

el merecido descanso.

Porque aquí no se viene

a descansar.

Aquí se viene

a renunciar, a dar, a padecer,

a asumir tu miseria, a comprender

que la felicidad no existe,

más que en los cuentos infantiles, como

en ese mar que ahora se te muestra

en el catálogo del escaparate

de esa agencia de viajes

de la parada de autobús.

¡El bello mar turquesa!, tan lejano…

que miras, embobado, en un absurdo intento

por trasladar el cielo al duro asfalto

de tu afán cotidiano.


M. J. Triguero

Imágenes de Internet, excepto la primera que es de mi autoría.

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