Al abrir los ojos lo primero que escuché fue:

-MAMÁ, ya se despertó Raquel.

-¿Tan pronto? -dijo de vuelta una voz femenina-

En ese momento yo estaba muy confundida, el lugar donde estaba no me resultaba familiar, ni el niño, no recordaba mucho más que mi nombre y recordaba a mi familia, pero esas voces no pertenecía a nadie que conociera. Me sentía perturbada, empecé a mirar a mi alrededor, la habitación tenía una sola cama, todo estaba ordenado y limpio, era un lugar fresco y muy iluminado por luz natural. Cuando me percaté de nuevo de mi situación, sentí unos deseos incontrolables de levantarme esa cama, de salir corriendo, de preguntar, de entender. Me invadió el miedo al pensar que estaba secuestrada o algo parecido, sentí un vacío enorme en la garganta, me sentía perdida, estaba perdida.

De pronto, sin aviso entró una señora de contextura gruesa y piel blanca como la nieve, traía en los brazos una bandeja de madera con comida, se disculpó por no tenerla lista a tiempo, eso me desconcertó aún más, ella no me dio respuestas, pero fue muy amable, tanto, que el miedo se desvaneció por un momento. Ella simplemente se quedó ahí esperando a que yo comiera, me sentía desganada, pero di el primer bocado de espagueti, que resultó tener un sabor exquisito, estoy segura de que mi cara reflejo agrado pues note en ella aire de satisfacción, pero mi situación no dejó que disfrutara del todo la comida. Al terminar de comer me quise levantar para recorrer el lugar, hice un intento enérgico, pero un dolor abdominal muy intenso me devolvió de inmediato a la cama, emití un fuerte sonido de dolor, la señora ya distraída se sobresaltó al escucharme y me dijo que no estaba en condiciones de levantarme, que descansara; cuando yo le iba a responder me hizo un tierno gesto de silencio, cogió la bandeja de la comida y se retiró sin decir una sola palabra.

Al quedar de nuevo sola en la habitación me dispuse a examinar mi cuerpo y descubrir de donde provenía ese dolor tan insoportable que sentí en aquel momento, pero no tenía ninguna herida visible ni abierta ni cerrada, intenté levantarme de una manera más suave, pero sentí tal tirón de tripas, que no me quedaron ganas de volver a intentarlo, necesitaba tomar fuerzas incluso para emitir algún sonido, miré las paredes, que a primera vista parecían blancas pero con un poco de detenimiento noté que era un verde muy muy tenue, había un reloj digital en la pared muy bonito, era gris con números color rosa de trazos fluidos, el reloj marcaba las 2:05 am y aunque seguía corriendo supuse que estaba mal pues la luz del sol me decía otra cosa, mi mente empezó 10.., 9…, 8…, 7…, 6….,5…..,4…….,3…….,2………,1…….. Emití con voz tímida, -Hola-, no recibí respuesta, pero no me atreví a decir nada más, cerré los ojos, solo quería levantarme, pero no podía. Al rato entró la señora con pasos sigilosos, allí estaba ella con el niño, se sentó y se dispuso a hablarme, dijo que cada año era igual, que sabía que no la reconocería a ella o a Matías, su hijo y me dijo su nombre que ya se me olvido. El caso es que Matías traía consigo una silla de ruedas, entre los dos me ayudaron a levantar y al fin salimos del cuarto. En ningún momento necesité hablar, ella sabía que decir y en qué momento hacerlo pareciera como si escuchara mi pensamiento, sin pensarlo siquiera, eso me daba miedo, ¿cada año?, pero me dejé llevar, miré la casa, como tratando de reconocer el lugar, alguna pista de algo conocido, lo que fuera. Sin importar cuanto lo intentaba no recordaba nada, largos pasillos, bibliotecas con libros, estantes y estantes decorados con bolas de cristal, muchas bolas de cristal, el piso de madera, el aroma a incienso y el misterio en el aire. Llegamos a una sala más pequeña, estaba en ella un señor con barba corta pero abundante, de color castaño claro y una que otra cana, él estaba mirando hacia la ventana, me miró por un momento, hizo un leve gesto al verme y volvió a la misma posición de la ventana, solo dijo como para sí mismo que me veía muy joven.

En aquella sala, me pusieron frente a una chimenea, el fuego era demasiado estable como si nunca se apagara, el señor de la sala, muy tranquilo me pregunto que qué era lo último que recordaba, no dije nada, él me dijo que le dijera lo último que recordaba sin importar hace cuánto tiempo sucedió, en su voz no hubo prisa así que me dispuse a recordar, algo, lo que fuera. Me llegaban imágenes a la cabeza y a medida que las veía iba relatándolas, le dije que recordaba que estaba llorando, mi madre me abrazaba; Paré de inmediato y pregunté si sabían algo de mi madre, me dijo que no preocupara por ella, que estaba bien. El saber que sabía de mi madre me tranquilizo, el ambiente era perfecto. Continúe recordando, pensé en la llamada telefónica de una señora recordándome una cita médica (todo esto yo lo iba susurrando), tuve ganas de llorar, pero antes de que empezara, Matías me dio un abrazo tierno, de inmediato sentí una leve punzada en el estómago, pero ya me estaba acostumbrando al dolor abdominal. –¿Decías?- me dijo la señora, olvidé por un momento lo que estaba diciendo y le pregunte la hora, ella me señalo un reloj de pared similar al de la habitación, marcaba las 4:50am, supuse de nuevo que el reloj estaba averiado. Ella me dijo con una sonrisa en la cara que siguiera con mis recuerdos. Y seguí: después de la llamada para la cita médica recibí otra llamada, era de mi amor, estaba preocupado, me decía que me iba a acompañar a la cirugía y repetía que todo iba a salir bien, luego me acosté, y definitivamente eso era lo único último que recordaba.

El señor inexpresivo me pregunto que cómo me sentía, le dije que ahora estaba a gusto, me dijo que él estaba alegre de verme, luego de un largo silencio, todos bebíamos una taza de chocolate caliente, cuando la señora dijo que cada año que los visitaba me veía muy diferente, por más que lo intente no supe de que me hablaba. Al terminar el chocolate recordé con pavor algo más, el día de la cirugía, evite toda la mañana a mis padres y hermanos, no comí ni hice nada, solo miraba el reloj, a las siete pm salí por una ventana , mi amor me esperaba afuera, el conducía el carro de su padre y fuimos apresurados al hospital, mas era el afán de alejarnos de casa que el de llegar al hospital, el lugar era pequeño pero limpio y organizado, llegue a la sala de espera y junto a mi habían otras tres mujeres, después de lo que para mí fue una eternidad, escuché mi nombre, me dirigí hacia una puerta donde mi amor no pudo acompañarme, entré al quirófano, donde se encontraba un doctor lavándose las manos, y yo veía sus guantes llenos de sangre fresca, se acercó a mí y sin quitarse el tapabocas me dijo que todo iba a estar bien, me preparé, y al ponerme una mascarilla con anestesia, me sumergí en un sueño profundo y caí en el abismo interminable de mis sueños. Después de lo que parecía una pesadilla, recordaba la cara sonriente de Matías, sin notarlo dije todo eso en voz alta, de pronto sentí una mano sobre mi mano, era la mano del señor, que mirándome a los ojos, me pregunto -¿Ahora lo entiendes?, la hora no está mal, nunca despertaste de esa cirugía-, la historia empezaba a tener sentido, el dolor abdominal, las 5 horas que llevaba en aquella casa, y no intente contener las lágrimas, no tenía nada más que decir, la señora me abrazo fuertemente mientras Matías corría alegremente por toda la casa persiguiendo una mosca, sentí como mi cuerpo se encogía entre sus manos y me encontré dentro de una bola de cristal, una de esas que yo veía como decoración y con mucho cuidado fui depositada en una estantería. Desde ese día espero pacientemente a que el reloj marque las 8640 horas de un año, para verme despertar en esa cama y escuchar la historia que la nueva Raquel tiene para contar, a veces me veo más vieja o más joven, a veces soy rica, otras veces pobre, pero en todo casos, soy yo, a todas nos gusta el espagueti que ella prepara con amor. No importa en que vida pago una fortuna por la cirugía o pago una miseria, siempre termino igual, cada año en esta casa, llenando una nueva bola de cristal.

Ref portada. https://www.comprarsinplastico.com/producto/bola-de-cristal-10cm/

Etiquetas: psicológico

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