No, no somos ni Romeo ni Julieta.

No, no somos ni Romeo ni Julieta.

Silvia Meléndez

12/12/2016

Aunque no lo parezca, esta imagen es un montaje de dos fotografías tomadas en diferentes momentos y diferentes ciudades.

Fernando es un adolescente vallisoletano. Sus padres emigraron a Francia repartiendo a sus 7 hijos entre la familia.

Hace poco ha llegado a Estrasburgo, ciudad del noreste de Francia donde sus padres están trabajando. Ha empezado a estudiar para ser cocinero, aunque para poder pagarse los estudios debe compaginar varios trabajos.

Tiene una vida agradable. No deja de ser un emigrante en un país con un idioma y una forma de vivir totalmente diferentes. Aún así se puede decir que es feliz. Trabaja mucho , pero no pierde ocasión para salir a bailar y a disfrutar de la vida .

Teodora tenía 16 años cuando se hizo esa foto. La moda de la época hace que tanto el peinado como la ropa le hagan aparentar muchos más. A los 10 años , momento en que su madre falleció, dejó de ir a la escuela de su pueblo zamorano, y ha estado trabajando para ayudar a la economía familiar. Un viudo prematuro con 6 hijos lo tenía difícil en la España de postguerra.

Teodora trabaja de niñera para una familia adinerada que la invita a viajar con ellos a Francia. Su «patrona» es muy amable con ella, y la trata como una más de la familia. Las niñas a las que cuida, Sandra y Lucía, la quieren con locura. El viaje tiene como destino varias ciudades francesas. Toda una aventura para una joven pueblerina sin estudios, aunque con mucho entusiasmo.

Fernando sigue estudiando. Sus dotes de cocinero destacan entre los demás estudiantes, ganándose su antipatía. No está bien visto que un emigrante obtenga más reconocimientos que un niño rico . A eso se le unía su éxito social. Junto a unos cuantos amigos crean el «Centro español», lugar donde se reúnen, escuchan música española, juegan al futbolín, ven partidos de futbol. En principio solo se admiten españoles pero poco a poco otros jóvenes emigrantes de otros países se unen a ellos. Sin saberlo han creado una hermosa torre de Babel cuyo núcleo de unión es la nostalgia por la patria y las ganas de progresar para poder volver.

Teodora ha llegado a Estrasburgo. Su «señora» le dice que ha oído hablar de un sitio donde los españoles se reunen y la anima a que vaya.

Al principio es reticente, pero el aburrimiento y el hecho de no conocer el idioma le hacen decidirse por visitar ese famoso «Centro Español».

Allí conoce a José. También es zamorano y esa coincidencia les hace entablar amistad.

Cada tarde se acerca a tomar una coca cola, o un vermut y a bailar. José la acompaña siempre a su vuelta al hotel . No está bien que una chica ande sola de noche.

El penúltimo día del viaje Teodora ha quedado con José para tomarse un helado paseando por la orilla del Rín. Las vistas son espectaculares y Teodora tiene muchas ganas de ver a su amigo.

José no aparece a la hora acordada. Teodora le espera un rato más. Después de una hora , decide que es momento de volver. Bajando por las callejuelas de la Petite France oye como alguien grita su nombre.

-Teodora, espera- no es José. Es su amigo Fernando.

-José no ha podido venir y me ha pedido que viniera a decírtelo pero he salido muy tarde del curso y no he podido llegar antes.-

Gracias por avisarme. Yo ya me marchaba-su voz sonaba desanimada.

No tengas tanta prisa, podríamos ir a tomar un helado-

Y así fue. Teodora y Fernando pasearon durante horas. Comieron un helado y hablaron de sus vidas, sus sueños, sus desgracias .Parecía que se conocieran de toda la vida.

-Mañana podríamos repetir- propuso Fernando.

Teodora sonrió.

Al día siguiente fueron a un precioso parque llamado » Orangerie», un equivalente galo del Retiro madrileño. Tomaron un rico picnic preparado por él. Escucharon música: Elvis, Tom Jones, Johnny Hallyday. Y llegó el momento de la despedida.

-Ya sé que apenas nos conocemos, pero si cuando regreses a España piensas en mí, vuelve. No puedo prometerte que te esperaré eternamente, pero te esperaré.

Teodora ha dejado su trabajo en Madrid y ha cogido un autobús que tarda una eternidad en llegar a su pueblo.

-Padre, quiero irme a Francia. Quiero trabajar allí. Quiero intentarlo-no se atrevía ni a mirar a su padre .

-No te preocupes hija, yo confío en tí. Intenta ser feliz. Yo no puedo ofrecerte nada más que está vida. Pero prometeme que si algo sale mal, volverás.

Teodora llegó a Estrasburgo la noche del 22 de agosto de 1971. No sabía donde estaba Fernando, ni sabía como iba a reaccionar.Le había dejado su dirección así que pensó que podría esperar en la puerta de su casa.

A las 3 de la mañana Fernando llegó con su moto.

-Has venido-dijo sonriendo.

-Para quedarme.

El 27 de Julio de 1972 se casaron en la Iglesia de San Mauricio de Estrasburgo. El 22 de mayo de 1973 nació Guadalupe, y el 22 de Septiembre de 1976 nací yo.

Parece que el número 22 les traía buena suerte.

En 1983 volvieron a España.

En la actualidad Fernando tiene 69 años. Pasa sus días entretenido entre el cuidado de su nieta Lucía(en honor a la niña que Teodora cuidaba), y la compañía de su perrita Estela. Silvia vive muy cerca y pasan mucho tiempo juntos. Guadalupe está a 500 kilómetros pero hablan todos los días.

Teodora se marchó hace 8 años.

Fernando sigue siendo su Romeo y Teodora siempre será su Julieta.

Quizás su historia de amor no fue tan trágica. Pero sin duda fue mucho más intensa.

Una pareja enamorada desde el minuto 0.

Mientras tanto Fernando le lleva flores cada domingo con Elvis y Tom Jones sonando de fondo en la radio del coche.

Dos corazones que siguen unidos como en esta foto, que Fernando puede admirar en su mesita de noche cada día al acostarse.

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