La sensación el primer día en un taller literario es de ilusión y no nos engañemos…de acojono, el mismo que sentí al regresar al gimnasio después de veinticinco años de vida ociosa y placentera. Caminas por la ducha y sientes que te observan, tus miserias al descubierto.

En el taller te despojas de la vergüenza, te desnudas delante de tus compañeros y vas dejando en cada texto un pequeño trozo de ti y cuando al fin superas tus miedos, extiendes los brazos, les miras y dices…»este soy yo».

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