Luego de años con trauma, lo vi en el metro. No había nadie y se estaba masturbando como que si estuviera en su casa. Igual de cerdo que antes.

Nunca olvidaré sus manos alrededor de mi cuello y un susurro que a veces suena en mi mente: «No llores. O si no me sentiré mal por violarte».

Me vio, sabíamos lo que iba a pasar. Su frase fue la misma.

Antes de terminar su frase, un cuchillo había cortado su miembro y garganta; susurré antes que él muriera «No llores. O si no me sentiré mal por matarte».

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