Inserté el último carácter, el punto final de un trabajo que sin duda llamaría la atención del profesor del taller. Orgulloso leía el último párrafo y recordaba los meses encerrado en aquella habitación dando forma a esta historia.

Alargué el brazo para aferrar la taza de café que golpeé, derramando su contenido sobre la torre del ordenador, un pequeño hilo de humo blanco hizo ensordecer la estancia.

Encendí un cigarrillo mientras contemplaba la pantalla fundida en negro.

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