Ella me convenció, así que me apunté al taller de escritura. Pero al poco sentí una gran desilusión. Todo me pareció un gran supermercado sobre-abastecido. Más del ochenta por cien del género expuesto era comida basura. Aún así elegí unos productos que me apetecían, que de verdad eran originales y genuinos, pero cuando en la caja se descubrió que no tengo suficiente saldo en la tarjeta, tuve que salir con el cerebro vacío. Me había equivocado de supermercado.
El taller de escritura: concurso de microrrelatos
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