Las alarmas del encuentro detonaron, el ruido ensordecedor activó cada célula. Trincheras, ocupadas sin objeción alguna, dieron a luz la incertidumbre del combate. Entonces… nada: silencio, sombra, adrenalina contenida, euforia e impotencia, sin motivo de comienzo o fin alguno.
Tras la niebla espesa, no se escuchan voces. Quizá se esconden, ¡preparan su estocada!
Alarmas de combate detonaron al verte; tal vez en tu trinchera también reine el silencio.
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