El beso del reencuentro se sintió insípido
como la respiración tres mil doscientos treinta y uno del día,
se sintió tan natural como defecar un viernes por la noche.
Traté de obtener el mismo gusto del principio,
succionar el sabor de la memoria.
Quise, pero no pude encontrar el goce,
no pude encontrarla, ya no existía.
No sé qué pudo haber cambiado,
no sé si fue por causa de la lejanía,
no sé si fue por el zumbido
que constantemente hace el reproche
de la nueva aversión que en ella habita.
Aquel zumbido que retuerce el sentimiento,
que apagó mi querer y aún lastima cada día.
Hicimos el amor, sentí la pasión, pero no era lo mismo.
Su sexo ya no se sentía cercano, ya no era cómplice.
Hicimos el amor, pero su satisfacción fue el principio
y su sexo, tan caliente, perdió el ápice.
El ahora se siente extraño,
la deseo, pero sé que me sabrá a nada,
la quiero a mi lado, pero sé que me será lejana,
la pienso,
pero sé que ya no existe.
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